
Por Valentine Katassonov (1)
La cuestión sobre el derrocamiento y la destrucción de la URSS está lejos de ser inútil. Incluso hoy, 22 años después de la desaparición de la URSS, no ha perdido su actualidad. ¿Por qué? Por que en base a este acontecimiento, algunos sacan la conclusión de que el modelo económico capitalista es más competitivo, más eficiente y no tiene alternativa. Después del colapso de la URSS, el politólogo estadounidense Francis Fukuyama, se apresuró incluso a proclamar el advenimiento del «fin de la historia»: la humanidad habría llegado a la etapa superior y última de su desarrollo en forma de capitalismo universal, global.
La actualidad del estudio de la economía sumergida en la URSS
En la opinión de politólogos, sociólogos y economistas de este tipo, el debate del modelo económico socialista no merece ninguna atención. Es mejor concentrar todos los esfuerzos en perfeccionar el modelo económico capitalista, es decir, el modelo que dirige a todos los miembros de la sociedad al enriquecimiento, y que este enriquecimiento (obtención de ganancia) se realiza a través de la explotación de una persona por otra. Es cierto que de este modo surgen las características «naturales» del modelo capitalista, como la desigualdad social y material, la competencia, las crisis cíclicas, las quiebras, el desempleo, y todo lo demás. Todas las mejoras que se proponen tiene como objetivo sólo aliviar las consecuencias inhumanas del capitalismo, lo que recuerda como son los vanos intentos de limitar el apetito de un lobo que está a punto de devorar a una oveja.
Partiremos del supuesto de que las principales características sociales y económicas del modelo socialista son la garantía del bienestar de todos los miembros de la sociedad (objetivo), la propiedad social de los medios de producción (medio principal), la obtención de ingresos exclusivamente del trabajo, el carácter planificado de la economía, la centralización de la gestión de la economía nacional, la detención por parte del Estado de las palancas de control, los fondos sociales de consumo, el carácter limitado de las relaciones monetario-mercantiles, etc.
Entendemos por bienestar no sólo el acceso a productos y servicios que aseguran la satisfacción de las necesidades vitales (biológicas) humanas. Aquí debemos también incluir la seguridad social y la protección, la educación, la cultura, las condiciones de trabajo y de descanso. Está claro que el socialismo no es sólo economía y relaciones sociales. Presupone también un determinado tipo de poder, de ideología y de un alto nivel de desarrollo espiritual y moral de la sociedad, entre otros. Las elevadas necesidades espirituales y morales deben presuponer las más altas aspiraciones en relación con los objetivos sociales y económicos. Es precisamente en el aspecto social y económico del modelo socialista en el que nos vamos a concentrar.
Pues bien, la erosión del modelo socialista comenzó mucho antes de los acontecimientos trágico de diciembre de 1991, cuando se firmó el vergonzoso acuerdo de la división la URSS en el bosque de Bieloveja(2). Este fue el acto final del régimen político. No es sólo la fecha la muerte de la URSS, sino de la completa legalización del nuevo modelo social y económico, llamado «capitalismo». Sin embargo, el capitalismo oculto maduró en el seno de la sociedad soviética durante casi tres décadas. La economía soviética hacía mucho tiempo que había adquirido, de hecho, rastros de una economía multiforme. En ella se conjugaban estructuras socialistas y capitalistas. De hecho, algunos investigadores y políticos extranjeros consideraron que la completa restauración del capitalismo en la URSS tuvo lugar en los años 60 y 70. Al comienzo de los años 60, Willi Dickhut(3), miembro de la Partido Comunista alemán, escribió una serie de artículos en los que señalaba que, con la llegada al poder de N.S. Jruschov, fue cuando se llevo a cabo (¡no comenzó, pero si se llevo a cabo!) la restauración del capitalismo en la URSS(4).
La economía sumergida funcionaba bajo principios diferentes de los socialistas. De una forma u otra, estaba vinculada a la corrupción, la lapidación de bienes del Estado, la obtención de ingresos no laborales, la violación de las leyes (o la utilización de «agujeros» en la ley). Pero no se debe confundir la economía sumergida con la economía «no oficial», que no entraba en conflicto con las leyes y principios de la sociedad socialista, sino que sólo complementaba la economía «oficial». Esto se refiere primeramente a la actividad laboral individual, por ejemplo, el trabajo del kolkhoziano en su parcela personal o del ciudadano en el patio trasero de su casa. Y en la mejor época (bajo Stalin), las cooperativas de producción, que se dedicaban a la producción de artículos de consumo y a los servicios, experimentaron un gran desarrollo.
En la URSS, las autoridades estatales y del partido prefirieron no hacer frente al fenómeno de la economía sumergida. Está claro que los órganos judiciales descubrieron y desmantelaron diferentes operaciones en el ámbito de la economía sumergida. Pero los dirigentes de la URSS, enfrentados con tales episodios, huían del tema con frases como «insuficiencias aisladas» «deficiencias», «errores», etc. Por ejemplo, a principios de los años 60, el entonces vicepresidente primero del Consejo de Ministros de la URSS, Anastas Mikoyan, definió el mercado negro en la URSS como «un puñado de espuma sucia que flota en la superficie de nuestra sociedad».
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