
Al hablar de una comprensión estrecha del marxismo, me refiero a los marxistas mismos. No se puede dejar de observar a este propósito que el marxismo es escandalosamente empequeñecido y tergiversado cuando nuestros liberales y radicales se toman la tarea de exponerlo en las páginas de la prensa legal. ¡Qué exposición! ¡Piénsese sólo de qué manera hay que mutilar esta doctrina revolucionaria para hacerla caber en el lecho de Procusto de la censura rusa! Y nuestros autores realizan con toda tranquilidad semejante operación: en su exposición el marxismo queda casi reducido a la doctrina de cómo experimenta su desarrollo dialéctico, bajo el régimen capitalista, la propiedad individual, basada en el trabajo del propietario, cómo se convierte en su negación y después se socializa. Y con aire de seriedad ven en este «esquema» todo el contenido del marxismo, dejan a un lado todas las particularidades de su método sociológico dejan a un lado la doctrina de la lucha de clases, dejan a un lado la finalidad directa de la investigación: exponer todas las formas de antagonismo y de explotación para ayudar al proletariado a suprimirlas. No es extraño que el resultado sea algo tan gris y estrecho, que nuestros radicales no cesan en sus lamentaciones a propósito de los pobres marxistas rusos. ¡No es para menos! ¡El absolutismo ruso y la reacción rusa no serían absolutismo y reacción si bajo su existencia se pudiese exponer íntegra, exacta y plenamente el marxismo, y explicar a fondo sus conclusiones! Y si nuestros liberales y radicales conociesen como es debido el marxismo (aunque sólo fuese por la literatura alemana), les daría vergüenza mutilarlo así en las páginas de una prensa sometida a la censura. Si no se puede exponer una teoría, callen o hagan la reserva de que están muy lejos de exponerlo todo, que omiten lo más esencial, ¿pero por qué entonces presentar fragmentos y alborotar luego hablando de su estrechez?
Sólo así se puede llegar al absurdo, sólo posible en Rusia, de que se considere marxistas a personas que no tienen ni idea de la lucha de clases, del antagonismo necesariamente inherente a la sociedad capitalista, y del desarrollo de ese antagonismo, a personas que no tienen idea del papel revolucionario del proletariado; inclusive a personas que presentan abiertamente proyectos burgueses, con tal que contengan palabras «economía monetaria», su «necesidad» y otras expresiones por el estilo, que requieren todo el profundo ingenio de un señor Mijailovski para ser estimadas como específicamente marxistas.
Pero Marx consideraba que todo el valor de su teoría residía en que «por su misma esencia es una teoría crítica y revolucionaria«. Y esta última cualidad es, en efecto, inherente al marxismo por entero y sin ningún género de duda, porque dicha teoría se plantea directamente la tarea de poner al descubierto todas las formas de antagonismo y explotación en la sociedad moderna, estudiar su evolución, demostrar su carácter transitorio, la inevitabilidad de su conversión en otra forma, y servir así al proletariado, para que éste termine lo antes posible y con la mayor facilidad posible, con toda explotación. La insuperable y sugestiva fuerza que atrae hacia esta teoría a los socialistas de todos los países, consiste precisamente en que combina la cualidad de ser rigurosa y sumamente científica (siendo como es la última palabra de la ciencia social) con la de ser revolucionaria, y las combina, no por casualidad, ni sólo porque el fundador de la doctrina unía en sí las cualidades del científico y del revolucionario, sino que las combina en la teoría misma, en forma intrínseca, e indisoluble. En efecto, como tarea de la teoría, como finalidad de la ciencia, se plantea aquí, en forma directa, el ayudar a la clase de los oprimidos en su lucha económica real.
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