
Una escueta nota, escrita a máquina, se deslizó bajo mi puerta en un sobre cerrado confirmando mi cita con la más grave amenaza para la seguridad interna de India. Llevaba meses esperando saber de ellos. Tenía que estar en el mandir [templo] Ma Santeshwari en Dantewara, Chhattisgarh, en cualquiera de cuatro citas para las que me daban dos días. Eso significaba tener en cuenta el mal tiempo, pinchazos, bloqueos, huelgas de transporte y la pura mala suerte. La nota decía: «La escritora debe llevar cámara, tika [adorno tradicional de las mujeres en medio de la frente que usa la mujer casada o comprometida] y un coco. Mi contacto llevaríá gorro, la revista Hindi Outlook y plátanos. Contraseña: Namashkar Guruji [es una frase que se dice cuando se va a visitar un templo, Guruji es lo que una busca dentro de sí misma]». Me pregunté si el contacto y anfitrión estarían esperando a un hombre. Y si debía ponerme un bigote. Hay muchas formas de describir Dantewara. Es un oxímoron [un absurdo]. Es una ciudad fronteriza justo en el corazón de la India. Es el epicentro de una guerra. Una ciudad donde las cosas están al revés.
En Dantewara la policía viste de paisano y los rebeldes usan uniformes. El superintendente de la cárcel está tras las rejas. Los prisioneros están libres (trescientos de ellos escaparon de la cárcel de la ciudad vieja hace dos años). Las mujeres que han sido violadas están bajo custodia policial [detenidas]. Los violadores dan discursos en el mercado.
Al otro lado del río Indravati, en la zona controlada por los maoístas, está el lugar que los policías llaman «Pakistán». Allí los pueblos están vacíos, pero el bosque está lleno de gente. Los niños que deberían estar en la escuela corren desenfrenadamente. En las encantadoras aldeas del hermoso bosque los edificios escolares de hormigón o han sido volados y convertidos en un montón de escombros, o están llenos de policías. La guerra a muerte que se desarrolla en la selva es una guerra de la que el Gobierno de la India está a la vez orgulloso y avergonzado. La Operación “Caza Verde” ha sido anunciada y también negada. Palaniappan Chidambaram, Ministro del Interior de la India (y máximo Director Ejecutivo para la Guerra) dice que no existe, que es una creación de los medios de comunicación. Y sin embargo, importantes fondos se han asignado a ésta y decenas de miles de soldados se están movilizando para ello. Aunque el teatro de operaciones está en las selvas de la India central, esta guerra tendrá graves consecuencias para todos nosotros.
Si los fantasmas son espíritus imperecederos de alguien o algo que ha dejado de existir, entonces tal vez la nueva carretera de cuatro vías que se extiende a través de la selva es lo opuesto a un fantasma. Tal vez sea el presagio de lo que está por venir.
Los antagonistas en el bosque son dispares y desiguales en casi todos los sentidos. Por un lado está una gran fuerza paramilitar armada con el dinero, poder de fuego, los medios de comunicación y la arrogancia de una superpotencia emergente. Por otro lado los aldeanos comunes armados con armas tradicionales, respaldados por una fuerza de combate de la guerrilla maoísta perfectamente organizada, enormemente motivada y con una extraordinaria y violenta historia de rebelión armada. Maoístas y paramilitares son viejos adversarios y han combatido las más viejas manifestaciones de unos y otros muchas veces antes: Telengana en los años 50, Bengala Occidental, Bihar, Srikakulam en Andhra Pradesh a fines de los años 60 y 70, y luego otra vez en Andhra Pradesh, Bihar y Maharashtra desde los años 80 hasta el presente. Cada uno está familiarizado con las tácticas del otro y ha estudiado cuidadosamente los manuales de combate del otro. Cada vez pareciese que los maoístas (o sus avatares anteriores) no sólo habían sido derrotados sino, literalmente, físicamente exterminados. Pero cada vez han vuelto a resurgir, más organizados, más decididos y más influyentes que nunca. Hoy, una vez más, la insurrección se ha extendido por los bosques ricos en minerales de Chhattisgarh, Jharkhand, Orissa y Bengala Occidental, tierra natal de millones de personas de los pueblos tribales de la India, tierra de ensueño para el mundo corporativo.
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