A fines de julio, el noticiero ABC trasmitió partes de un video del juicio de Pol Pot, que se celebró en territorio bajo el control de las fuerzas del Khmer Rojo en el oeste de Camboya.
Desde hace años Pol Pot ha sido líder del Khmer Rojo («Camboyanos Rojos»). Las fuerzas armadas del Khmer Rojo tomaron el poder en Camboya en 1975, tras muchos años de guerra de guerrillas. Después de gobernar tres años, una invasión vietnamita los derrocó y los obligó a volver al campo.
Con la noticia del arresto y juicio de Pol Pot, la prensa estadounidense volvió a soltar las gastadas acusaciones de los «campos de muerte» de los años 1975-79, cuando el Khmer Rojo de Pol Pot controlaba el país, y pidió que un tribunal internacional juzgara a Pol Pot por genocidio.
La prensa ni por las moscas menciona los muchos años de bombardeos e invasiones que desató Estados Unidos para derrotar las fuerzas antiimperialistas, destruir totalmente la economía y castigar al pueblo camboyano. Dada esta sangrienta historia, los imperialistas yanquis no tienen derecho de hablar sobre lo que le conviene a Camboya ni de juzgar a quienes lucharon en su contra.
En las manos de la prensa occidental, la historia de Camboya ha llegado a ser un burdo cuento anticomunista. La corresponsal Elizabeth Becker del New York Times volvió a salir por TV hace poco como «experta» oficial para remachar que Camboya ilustra que todo conato de concretar «ideales de apariencia maravillosa» sobre la igualdad por medio de la ingeniería social lleva al desastre para el pueblo. Pinta a Camboya como una tierra campesina amable y humilde destruida por una revolución comunista. Pero, todo análisis serio de los acontecimientos en Camboya tiene que partir de la invasión imperialista de Indochina que Estados Unidos lanzó en 1965 y de la naturaleza de clase de la sociedad camboyana.
Sigue leyendo