Las mujeres en la prehistoria: del comunismo primitivo a la esclavitud

 

Por Formación de Mujeres Comunistas Madrid.

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La necesidad de abordar el surgimiento y la configuración del sometimiento de las mujeres en
occidente se hace cada vez más evidente a la luz de las líneas y análisis retrógrados y
reaccionarios de sectores del movimiento comunista, que a día de hoy continúan negando la
existencia de la subordinación histórica de las mujeres.

Investigar en qué medida la posición de las mujeres ha venido influida y determinada por el
modo de producción de cada época será el pilar de esta publicación. Analizar las circunstancias
de las mujeres en la Prehistoria con anterioridad al establecimiento de las clases sociales y la
propiedad privada y la familia patriarcal es igualmente indispensable para conocer cuáles han
sido los elementos que han configurado la subordinación de las mujeres en los orígenes de la
humanidad.

Las investigaciones que se han elaborado acerca de las relaciones prehistóricas están
necesariamente afectadas por la subjetividad de quien las realiza y la mirada social concreta de
lo estudiado. No hace falta retroceder mucho en el tiempo para comprobar que la visión de la
mujer prehistórica se ha presentado como pasiva y sexual. Este binomio se ha proyectado
desde la actualidad hacia las organizaciones sociales de los primeros homínidos, y se ha
pretendido difundir que sus actividades en cuanto a la comunidad estaban configuradas de tal
forma que los hombres eran los sujetos cazadores y proveedores de alimentos y mujeres
pasivas encargadas exclusivamente de la cría y protección de los hijos. A lo largo de este texto
vamos a ver que éstas y otras posturas no responden a la realidad de las relaciones entre los
miembros de las primeras comunidades prehistóricas, ni tampoco a la realidad de las que
paulatinamente se conformaron hasta el surgimiento del patriarcado.

La postura acerca de la existencia de un matriarcado universal antecesor de un orden patriarcal
también ha sido un importante eje en los estudios antropológicos y sigue suscitando debate. F.
Engels, basándose en autores como Bachofen y Morgan, planteó esta tesis con la finalidad de
demostrar que la dominación sobre las mujeres no es un hecho natural e inmutable, sino que
tiene un origen concreto muy conectado con el surgimiento de propiedad privada y la sociedad
de clases.

Existe también una mala lectura desde corrientes antropológicas y de género, que tienden a
universalizar la institución del patriarcado en la Prehistoria. Contra esta lectura se propone
revisar las premisas bajo las cuales se construyó la Historia de esos grupos sociales y las
relaciones que se conformaron entre los sexos. También se debe evitar a toda costa cualquier
tipo de discurso que asuma la invariabilidad del devenir histórico, lo cual incluye analizar las
condiciones de producción y reproducción social de cada periodo y grupo concretos. Las
posturas naturalistas o biologicistas han permanecido apenas inalterables en algunas autoras
representantes del feminismo radical como Sulamith Firestone, según las cuales la naturaleza
(esencia) de las mujeres es la base sobre la que se erige la opresión de las mismas,
entendiendo la maternidad como un elemento ahistórico y determinista. El conocido
antropólogo Meillassoux de hecho, no es el único en presentar las funciones reproductivas
femeninas como la raíz de la subordinación, a ellos se unen otros autores como Levi-Strauss o
Sherry Ortner.

Estas líneas argumentales nos llevan a un callejón sin salida: ¿por qué las mujeres tomaron
actitud pasiva permitiendo su explotación sin oponer resistencia? Es decir, o se acepta que las mujeres carecen de fuerza y capacidades físicas, recursos o inteligencia, o bien la pregunta
queda sin responder.

La finalidad de este texto por tanto, es conocer cuáles fueron las circunstancias y elementos
determinantes en la construcción de la subordinación de las mujeres. La creación del género y
la sexualidad, veremos, parece estar igualmente ligada a la posición de clase de las mujeres,
de manera que no puede entenderse una conducta social y sexual fuera de la realidad de clase
de las mujeres de una determinada comunidad. Es por ello por lo que se ve necesario abordar
cómo se conforman los roles de género y sexuales, íntimamente determinados por instituciones
como el concubinato y la esclavitud.

Para abordar este estudio es necesario tener como referencia un eje histórico donde situarnos
y donde se muestren los cambios en el sistema de organización social y productiva. Aquí
mostramos un eje histórico que hemos elaborado a partir de los periodos históricos clásicos y la
clasificación histórica que influyó en autores marxistas:

 

LAS MUJERES EN EL PALEOLÍTICO

En el periodo histórico del Paleolítico (hasta el 12.000 a.C aprox.) los grupos humanos se
organizaron en sociedades nómadas recolectoras/cazadoras, caracterizadas por una
alimentación y producción de supervivencia. En este periodo ya existía una división sexual del
trabajo, pero ello no significaba que la capacidad reproductora de las mujeres impidiera su
participación en la producción. La división sexual del trabajo data de hace unos 200.000 años y se dio igualmente en las comunidades neandertales, por lo que no es un rasgo característico
del Homo sapiens.

En este estadio de la Prehistoria no existe una forma de organización social dominante y
universal. En este texto destacamos aquellas que se caracterizaban por la importancia de las
relaciones de parentesco –relaciones basadas en los lazos matrimoniales y consanguíneos- y
filiación matrilineal ya que a través de éstas es posible analizar de forma más clara la
transformación que sufren las actividades, la producción y estatus femenino.

La matrilinealidad implicaba que las responsabilidades y pertenencia al grupo se heredan por
línea femenina. Las mujeres tienen mayor independencia que en las sociedades patrilineales
que van a universalizarse en periodos posteriores. Aquí prima la propiedad comunal del grupo:
todos los bienes pertenecen a la tribu y son redistribuidos a toda ella. Es lo que los autores
marxistas y algunos antropólogos definen como “comunismo primitivo”.

En esta fase histórica los miembros de los clanes tenían emparejamientos temporales,
variables en forma y contenido y raramente exclusivos. Los clanes o grupos prehistóricos
englobaban miembros unidos por lazos consanguíneos y/o funcionales. Las técnicas de
aprovisionamiento de alimentos también eran variables: la recolección es una actividad
cotidiana, mucho más regular y segura que la caza, que es más impredecible, esporádica y
peligrosa. Además, los primeros instrumentos que se usaron para la alimentación fueron
recipientes para la recolección y almacenamiento de alimentos, así como útiles para cuidar y
transportar a las crías.

Es cierto como ya hemos dicho, que la división sexual del trabajo ha existido más allá del homo
sapiens, pero todos los miembros del grupo colaboraban en la alimentación y supervivencia.
Las mujeres no tenían movilidad, pero sólo en un estado avanzado de gestación; se ocupaban
de la recolección de frutos y demás alimentos, por lo que no se entiende que la reproducción en
un primer estadio fuera una barrera que limitara a las mujeres, ya que recorrían decenas de
kilómetros diariamente en busca de alimento y cooperaban en las actividades de caza.

De hecho, la alimentación basada en el carroñeo aunque era frecuente, no cubría las
necesidades alimenticias del grupo, por lo que fue necesario complementar con otras
actividades. La caza de animales tuvo lugar en el desarrollo del homo ergaster, entre 2 y 1
millón de años por las evidencias arqueológicas, armas y control del fuego aunque también
existen evidencias de que fue desarrollada con anterioridad por el homo habilis durante el
Pleistoceno, que se organizaba en grupos formados por madres e hijas que se sostenían por
un modelo recolector.

En el siguiente gráfico, realizado por las antropólogas M. Kay Martin y Bárbara Voorhies sobre
el estudio de 90 sociedades cazadoras-recolectoras (1975) se puede ver cuáles eran las
actividades de aprovisionamiento principales. Este análisis rompe con el imaginario patriarcal
del hombre cazador y proveedor de alimentos: la recolección, tarea principalmente femenina,
era la base que sustentaba a los grupos prehistóricos. Mediante este estudio, ambas
antropólogas concluyeron que no hay base alguna que apoye el modelo teórico de los varones
como proveedores y mujeres como seres dependientes e improductivos. A ello hay que añadir
que la participación de las mujeres en la caza menor está documentada etnográficamente en
sociedades cazadoras-recolectoras (Eskioto-Griffin, 1986).

 

 

Este cuadro representa que la mayoría de sociedades analizadas basaban su actividad
principal de subsistencia en la recolección; un 25% de las sociedades estudiadas lo hacían en
la caza y tan sólo un 8% basaban su subsistencia en la pesca.

Pero con estos datos no pretendemos describir solamente las actividades que desarrollaban los
distintos miembros de las comunidades de homínidos, sino establecer las implicaciones que se
desprenden de estas tareas de supervivencia para los miembros femeninos. La división sexual
del trabajo en este estadio de la prehistoria (Paleolítico/Salvajismo) existe y se manifiesta en la
representación de las mujeres.

El arte paleolítico se caracteriza por la abundancia de estatuillas femeninas y pinturas rupestres
representando a las mujeres siempre al lado de grandes animales, en muchas ocasiones, un
mamut. El descubrimiento de distintas figuras y pinturas representaban la importancia de la
figura de la mujer, como protectora del grupo, el hogar y mantenimiento de la vida social
(“Venus Paleolíticas”). Recientemente además se ha concluido que eran las propias mujeres
las que realizaban estas pinturas. Respecto de estas representaciones hay variadas
interpretaciones, algunas de ellas las relacionan con el culto a la fecundidad. Puede ser una
hipótesis válida ya que en esta etapa aún no se había desarrollado el control de la capacidad
reproductora de las mujeres (una muestra de ello era el gran número de infanticidios, sin
embargo, el modo de producción de subsistencia del grupo y la escasez de recursos para criar
a los hijos hace pensar que para nada era deseable el embarazo y parto. Sea como fuere, este
tipo de imágenes y representaciones, junto con la tarea del sostén de la alimentación, nos
indica que la figura de la mujer goza de importancia para el grupo en esta etapa Paleolítica.

Otra de las posturas que hay que desterrar y que aparece en la tradición comunista es la idea
de la existencia de un matriarcado universal como estado previo a la implantación del
patriarcado. Esta línea argumental ya ha sido sostenida por algunos autores tales como
Lubbock, Bachofen, Morgan, Engels o Gould Davis. Hay que resaltar que la búsqueda de este
estadio previo a la dominación sistemática y universal de las mujeres responde a la necesidad
de F.Engels de constatar el origen de la opresión de las mujeres como resultado de un proceso
histórico basado en los cambios en el modo de producción. La idea era la desterrar las tesis
antropólogicas que situaban la opresión de las mujeres en la esfera de lo inevitable y situar el
foco de atención en la transformación de la producción en el periodo histórico de la Barbarie
(10.000-4.000 a.C aprox).

Bachofen, uno de los impulsores de este nuevo planteamiento, en su obra “Das Mutterrecht”
(“El Derecho Materno”) llegó a afirmar que: la génesis de las formas sociales pasa por los
sucesivos estadios de la comunidad primitiva de las mujeres. El comunismo de las mujeres fue
la primera forma de relación entre hombres y mujeres. Las mujeres instauraron la Ginecocracia
debido a la matrilinealidad, dominaba la maternidad creadora. La ginecocracia degenera en
sociedades como la de las Amazonas.

Sin embargo, la sociedad matriarcal no es una experiencia histórica universal, no hay datos ni
evidencias que nos lleven a tal conclusión. En todo caso es posible hablar de filiación matrilineal dominante en aquellas sociedades en las que todavía no se han asentado las
relaciones de propiedad privada y clases sociales.

El hecho de que no exista una subordinación sistematizada no quiere decir que exista un orden
matriarcal (inverso al patriarcado) en el que las mujeres ostenten el poder político sobre toda su
comunidad. Es más, en numerosas sociedades matrilineales, el papel del hombre era el de
cabeza de familia. No hay evidencias sólidas para constatar la existencia de un estado puro de
matriarcado, aunque es evidente que han existido y existen diferentes grados de autoridad y
poder de las mujeres en las distintas sociedades. La matrilinealidad no debe ser considerada
como una evidencia de matriarcado primitivo, y mucho menos como dominación absoluta de las
mujeres sobre los varones. Es más, en muchas sociedades matrilineales es un pariente varón
el que toma las decisiones económicas y familiares del grupo, ya sea hermano o padre.

Tampoco es posible defender la existencia de un patriarcado universal históricamente
necesario e invariable. Algunos antropólogos como Levi-Strauss, Sherry Otner, o Robert Lowie
entienden inevitable la institución patriarcal y rechazan cualquier vestigio de sociedades
matristas o matrilineales (erróneamente denominadas “matriarcales”). En lugares como Papúa
Guinea o Reino Unido, Australia, Camerún, Guatemala, Nueva Guinea, Tibet, América del
Norte, han existido sociedades en las que predominaba el derecho materno y todos sus
miembros han colaborado activamente en la provisión de alimentos y supervivencia del grupo
sin la subyugación de las mujeres al poder masculino.

De lo expuesto cabe concluir que la división sexual del trabajo existe desde las primeras
comunidades de homo sapiens pero que esta división sexuada no conllevaba una
subordinación de las mujeres, de modo que todas ellas participaban activamente de la
supervivencia y manutención del grupo. Igualmente hay que concluir afirmando que no existe
un estadio universal matriarcal antecesor al patriarcado, pero la existencia de numerosas tribus
matristas (derecho materno, filiación matrilineal y matrilocalidad) contradice la afirmación de
que las mujeres hemos estado subordinadas en todos los lugares del mundo y en todas las
épocas históricas.

 

 

LAS MUJERES EN EL NEOLÍTICO

 

Hasta el control de la producción y el descubrimiento de técnicas idóneas hubo muchos
intentos de las sociedades paleolíticas para estabilizar la producción. En este camino al
sedentarismo, estas sociedades practicaron formas rudimentarias de cosecha, plantación de
tubérculos, cultivo de germinados, semillas, etc. Pero estos clanes no consiguieron mantener la
producción, por lo que tuvieron que complementar el aprovisionamiento mediante la caza y la
recolección: es lo que se conoce como sociedad horticultora. Este modo de producción data del
final del Paleolítico y comienzos del Neolítico y se conoce como etapa del Mesolítico (12.000 –
8.000 a.C).

En estas sociedades es destacable el papel de las mujeres, que participan activamente en la
alimentación y mantenimiento del grupo. Tanto es así, que fueron las mujeres quienes
impulsaron la horticultura y las técnicas más rudimentarias de agricultura. Las mujeres
plantaban las semillas de los frutos que recogían, aunque no tenían un conocimiento profundo
de la agricultura. Así, las habilidades agrícolas posteriores no caen del cielo, sino que en
muchas sociedades, son producto de las experimentaciones e intentos de las mujeres por estabilizar la producción. En numerosos pueblos agricultores primitivos, aparecen las religiones
fundadas en el culto de las Diosas de la Fertilidad (la población indonesia de los bataks llama
a las mujeres pasigadong: “medios de obtener alimento”).

Hay que tener en cuenta que esta etapa de transición al Neolítico coincide con la última etapa
glaciar del Planeta, conocida como Glaciación Würm, que afecta a las zonas polares del
planeta, sobre todo en Europa, Asia y actual Oriente Medio. Esta etapa de de-glaciación
supone el aumento de los acuíferos y del nivel del mar, el incremento progresivo de la masa
arbórea y vegetal, así como el ascenso de numerosas especies animales. Los glaciales van
retrocediendo tanto que en el año 10.000 a.C se da por finalizada la Glaciación Würm.
Comienza una nueva etapa geológica caracterizada por un clima templado con tendencia al
aumento de la temperatura, es nuestra etapa geológica actual. Esto tiene unas implicaciones
destacables en el modo de producción; no es casual que comience la era Neolítica al finalizar
este periodo glaciar. Los miembros de las tribus ya no se ven obligados a transitar por cuevas
en busca de condiciones favorables para la supervivencia sino que ahora pueden desarrollar
con más facilidad las técnicas de plantación y cultivo así como la construcción de
asentamientos con carácter permanente.

La lenta acumulación de inventos, descubrimientos y conocimientos permite incrementar la
producción de alimentos, reduciendo el esfuerzo físico de los productores, y tal acumulación
constituye el primer indicio de aumento de la productividad del trabajo.

Las primeras ocupaciones del suelo vienen determinadas por la forma de organización social:
son los grupos y clanes más numerosos y con mejores condiciones geoclimáticas los que se
asientan en las tierras (zona de Asiria y Mesopotamia). Con el desarrollo de métodos agrícolas
más avanzados, la tierra acaba por estabilizarse y los roturamientos colectivos dejan de jugar
un papel importante en la vida del poblado. Pero incluso entonces sigue subsistiendo la
propiedad comunal bajo distintas formas. De hecho, hasta bien entrado el periodo del Neolítico,
el modo de producción predominante no se caracteriza por la propiedad privada de los medios
de producción. Es lo que denomina Marx “Modelo de producción asiático”, mediante el cual se
dedica parte del producto excedente a costear los gastos de la entidad comunitaria. Este modo
de producción, sin embargo, no está datado por Marx, por lo que su duración es orientativa.
Tanto es así que no hay consenso entre los antropólogos respecto de las características
principales ni de su duración exacta, ya que dependiendo de la zona se extiende en el tiempo
de forma variable. A pesar de que Marx haya caracterizado este modo de producción mediante
la propiedad comunal de los medios de producción, lo cierto es que durante este periodo ya se
van a establecer las bases de la propiedad privada de los medios de producción, como
indicamos en el eje. Nos encontramos ante una fase económica que transita desde las
sociedades colectivistas de supervivencia hasta las sociedades esclavistas combinando los
rasgos de ambas.

La existencia de este sobreproducto permite la consolidación de la división del trabajo: parte de
la comunidad tiene más tiempo para producir otros objetos de trabajo y la especialización, lo
que a su vez genera un aumento más rápido de la comunidad y las fuerzas productivas. Se
produce una reorganización de las relaciones de producción porque la anterior división sexual
del trabajo ya no responde a las crecientes necesidades de acumulación de excedente. La
existencia de un sobreproducto social supera ya el producto necesario para la supervivencia y
por tanto no se trata simplemente de reservas de víveres, de almacenamiento de alimentos
para momentos de escasez.

El reparto desigual del tiempo libre de los miembros de la comunidad derivada de la división
sexual del trabajo va a propiciar que se reorganice la producción: las mujeres que desarrollan
labores de cuidado de la prole, de plantación y recolección se encargarán ahora de forma
predominante de la reproducción del grupo, mientras que los hombres van a desarrollar y
controlar las técnicas de explotación de la tierra y de los animales. Es cierto que el tiempo
empleado para la alimentación del grupo mediante la horticultura es menor que el tiempo
empleado para la caza y recolección, pese a no ser una fuente estable. Pero también es cierto
que el tiempo libre del grupo aumenta sólo para los hombres, ya que las mujeres continúan
desarrollando diversas tareas, como el cuidado de los hijos y la provisión de alimentos. Estas
nuevas condiciones van a favorecer que sean los hombres quienes afiancen el control de las
técnicas sobre las tierras y también sobre la reproducción de animales y control del ganado, y
como consecuencia su poder económico en la sociedad, y por ello, el poder político.

El dominio de agricultura conlleva también de forma predominante (aunque hay excepciones) el
control de los animales cercanos a los nuevos asentamientos. Cuando los poblados
permanentes se ubicaron cada vez más a menudo en los densos campos de cereales, los
rebaños de ovejas y cabras salvajes que se alimentaban en ellos, entraron cada vez más
forzosamente en contacto estrecho con los humanos. Con la ayuda de la domesticación de los
perros (datada desde el año 14.ooo a.C), ya era más accesible el control de los movimientos de
los rebaños, reteniendo permanentemente a las ovejas y las cabras en los márgenes de los
campos de cereales, permitiéndoles comer los rastrojos, al mismo tiempo que se las mantenía
alejadas del grano maduro. La actividad de la caza fue abandonándose poco a poco: los
cazadores ya no tenían que desplazarse hasta los animales. No obstante, no resultó posible
cazar a estos animales para alimentarse de forma directa de su carne, sino que tuvieron que
desarrollar las técnicas de reproducción y selección artificial de animales para evitar que el
número de animales menguara. Pero su mantenimiento sólo pudo darse con el control de la
agricultura, de forma la producción abasteciera de igual forma a los miembros de los grupos y a
los animales.

La acumulación de víveres permanentes dio la oportunidad del dominio de la agricultura y la
crianza de animales: es lo que se conoce como la revolución neolítica. No obstante, la
recolección, la caza y la crianza de animales se dieron simultánea y complementariamente.
Esta revolución neolítica supone un hecho importante: la producción de los medios de
subsistencia al control humano. No obstante es importante resaltar que cuando no existe un
sobreproducto permanente y una redistribución del mismo exclusiva y excluyente, no se puede
hablar de propiedad privada.

Para disgregar la sociedad primitiva y engendrar una sociedad dividida en clases es necesaria,
pues, una revolución social. Pero esta revolución social sólo es posible cuando se ha
alcanzado un determinado nivel de productividad que permita a una fracción de la sociedad
liberarse del trabajo material. Hasta que esta condición material –este excedente potencial- no
exista, tal revolución social es imposible.

Con estas nuevas condiciones de producción empiezan a configurarse las bases de la
sociedad de clases: los grupos con posesión de tierras y animales van a imponer las relaciones
sociales a los grupos que no poseedores, aquellos grupos que no han desarrollado las técnicas
agrícolas ni ganaderas por distintos motivos (climatológicos, fertilidad de la tierra, localización
geográfica, etc). Estas relaciones sociales se van a concretar en el control de alimentos y
personas: los hombres de los pueblos técnicamente menos avanzados van a trabajar para los grupos poseedores y las mujeres van a subsistir bajo su papel de agente reproductor de la
descendencia.

El desarrollo de la agricultura cerealística a amplia escala hace posible la acumulación de
plusproductos alimentarios. Los instrumentos de arado asientan las bases para la acumulación
y la propiedad privada, los animales constituyen la primera propiedad de las comunidades.
Entre las técnicas del modo de producción neolítico se da la construcción de instrumentos
metálicos sobre todo el arado de hierro, se impone la utilización de la energía animal en la
tracción y la productividad del trabajo agrícola da un salto adelante. Así, el nuevo
sobreproducto estable, derivado del aumento de la fertilidad del suelo por el desarrollo y
conocimiento de las técnicas agrarias, ahonda en la división sexual del trabajo.
La acumulación de plusproducto requiere de estructuras y sujetos para asegurarlos, de forma
que se necesitan herederos y el control de la sexualidad femenina mediante la monogamia. Se
requería el control de la sexualidad y reproducción, de forma que tener más mujeres implicaba
un aumento cuantitativo de la comunidad y un mayor excedente acumulado. No obstante ello
por sí solo no explica por qué fueron las mujeres los sujetos controlados; es necesario ver que
la división sexual del periodo anterior favorecía el acceso al dominio de la capacidad
reproductora de las mujeres.

Es en este periodo cuando los varones aumentaron su capacidad de poder en el grupo a
medida que crecía la producción y el control de la misma; utilizaron su posición para imponer la
patrilocalidad y la patrilinealidad de forma que la mujer abandona su familia de origen para
residir con la de su esposo y con el resto de su familia y la propiedad y responsabilidades
pasan a los miembros varones del linaje. Al mismo tiempo imponen la monogamia para las
mujeres y se consolida la herencia de la propiedad privada por vía de los varones en esta
nueva unidad económica familiar.

Este cambio en la organización de la producción va a transformar las relaciones de filiación y
parentesco. Predomina la residencia patrilocal y la filiación patrilineal así como la estricta
división sexual del trabajo: las mujeres quedan relegadas a la función de procrear, lo que las
transporta a un estatus de inferioridad sistemática en la mayoría de estas sociedades.
Las sociedades agrícolas tienen cierta ventaja en relación a la apropiación de excedentes
respecto de otras sociedades, ya que éstas tienen los medios para incrementar la producción, a
su vez, mediante la apropiación de mujeres.

No obstante, ¿aceptaron estas nuevas relaciones las mujeres de forma pasiva? Existen
evidencias de sociedades matristas de todas las épocas históricas y su defensa armada: los
escitas, estado arcaico cretense, el norte de Siria, el poblado Abu Hureyra y el sudeste
europeo, la península de Anatolia o el levante ibérico. Pero la respuesta dominante de las
mujeres no podemos calificarla como de oposición. Nuestra perspectiva actual a menudo es
crítica con las mujeres que estudiamos: ¿cómo es posible que cedieran? Esta reorganización
de la producción y de la familia fue paulatinamente configurada y las mujeres de la prehistoria
desconocían las implicaciones futuras. Sus esfuerzos iban encaminados a desarrollar una
actividad dentro del grupo para la conservación de la familia y propiedad privada, no hacia la
creación de una unión entre las mujeres de todos los grupos contra las posibles consecuencias
de esta transformación neolítica. Pensar que las mujeres tenían la responsabilidad de oponerse
al desarrollo de estas nuevas condiciones implica realizar una crítica poco certera. Como
mujeres en la actualidad trasladamos nuestras experiencias y nuestra ideología al pasado y
contaminan nuestros análisis. La pregunta no es tanto si las mujeres permanecieron pasivas
ante la amenaza de su status social sino “¿entendieron las mujeres estas nuevas condiciones como una amenaza? Y de ser así, “¿asumieron esta reconfiguración productiva y social como
un beneficio para su grupo?”.

Las relaciones de parentesco se configuran bajo las relaciones de propiedad privada: los
grandes grupos y tribus paleolíticas dan paso a las nuevas agrupaciones en las que lo esencial
es la división sexual férrea del trabajo en su seno y el sometimiento de las mujeres a las
funciones procreadoras, que abandonan paulatinamente su papel de recolectoras y sostén del
grupo.

Sobre el 7000-5000 a.C, la célula económica y social básica de los poblados neolíticos sería la
unidad doméstica de tipo nuclear, sobre todo en área de los Balcanes y mar Egeo, por el tipo
de artefactos y dimensiones de las casas.

En el matrimonio por parejas se instituyó el primer intercambio humano, la compra-venta de
mujeres. El matrimonio monógamo nace junto con la plena división sexual del trabajo, con el
poder de los hombres para explotar a las mujeres. Las condiciones materiales de la agricultura
cerealística exigen una cohesión de grupo y una continuidad temporal: la cantidad de alimentos
depende de la disponibilidad de trabajo, la producción se convierte en el principal interés, lo que
incrementa el incentivo de las familias a adquirir más mujeres. Esta práctica queda
institucionalizada con el tabú del incesto y matrimonios patrilocales.

La familia nuclear es monógama e independiente, puesto que el matrimonio implica la
separación de las familias emparentadas y la creación de una nueva unidad doméstica. En esta
época (sobre el 5000 a.C en adelante) las relaciones sociales dejan de asentarse
principalmente en la figura del parentesco y la colectividad y son sustituidas por las grandes
familias patriarcales.

Esta nueva organización es la que va a predominar en la mayoría de los grupos, las
sociedades matristas y horticultoras se ven relegadas por este nuevo modelo que culmina
gracias a la institución del matrimonio, la mujer es radicalmente arrancada del grupo en el que
vivía y anexionada al de su esposo que también poseerá a sus hijos.

La explotación de la reproducción no sólo consiste en imponer el embarazo sino en privar al agente reproductor de la gestión de las condiciones de trabajo, de la elección de la pareja y del tiempo y ritmo de trabajo; imponer el tipo de producto final, expropiar al agente productor del producto. Por ello es en este periodo histórico cuando se gesta y se va asentando la familia patriarcal, la propiedad privada, la sociedad de clases y va configurándose la opresión sistemática de las mujeres: el patriarcado. De ahí que Simone de Beauvoir, en su obra “El Segundo Sexo” afirme que las mujeres están históricamente oprimidas porque se han dedicado a repetir la vida y no a superarla.

La familia patriarcal, como bien apunta F. Engels, encierra en sí, no sólo el germen de la
esclavitud, sino también el de la servidumbre. Es una reproducción en miniatura de todos los
contrastes que se desarrollarán posteriormente en la sociedad y el Estado. El trabajo de las
mujeres pasó a ser un servicio privado encastrado en el matrimonio monógamo, en el que la
principal función de las mujeres sería la de ser sirvientas, alejadas de la producción social.
Cuando esta transición se completa, a finales del Neolítico, bestias, mujeres y niños ya forman
parte de la familia. Sobre el 4.000 a.C surgen los primeros Estados Agrarios para asentar las
nuevas relaciones sociales: la familia patriarcal, la propiedad privada y la sociedad de clases.

 

 

LAS MUJERES Y LA ESCLAVITUD

 

En este punto, ¿qué relación tiene la esclavitud con la propiedad privada? En la medida en que
la sociedad es demasiado pobre y precaria para permitir la constitución de un excedente
constante, la desigualdad social apenas puede desarrollarse, por ello en las condiciones
primitivas el esclavo no aparece y sólo lo hace cuando se aprende a almacenar o integrar en
amplias labores de construcción los productos acumulados del trabajo. Por ello la esclavitud
rara vez existe en sociedades cazadoras y recolectoras, economías de subsistencia, sino que
aparece con el advenimiento del pastoreo y la agricultura, las primeras ciudades y la formación
del Estado. La esclavitud sólo pudo darse con la existencia de ciertas precondiciones: tenía que
haber un excedente alimentario, medios para sojuzgar a los prisioneros, forzados a trabajar y a
estar subordinados.

No obstante, el control del trabajo reproductivo de las mujeres antecede a la esclavitud y la
hace posible; sólo bajo un estado sustentado sobre la familia patriarcal, el control de la
producción, propiedad privada puede surgir la esclavitud. Tanto es así que las antropólogas
Hobhouse, Wheeler y Ginsberg, tras analizar 425 tribus primitivas descubrieron que entre los
pueblos que ignoraban la agricultura y la cría de ganado no existía la esclavitud. La utilización
de los prisioneros de guerra o de cautivos de todas clases como esclavos representa una de
las formas más habituales de la división de la sociedad en clases.

Hemos visto que las relaciones de parentesco se caracterizan en esta etapa por ser relaciones
de propiedad privada y al mismo tiempo patriarcales, de tal manera que se intercambiaba en
matrimonio a las mujeres y los hombres tenían derechos sobre ellas. La sexualidad y el
potencial reproductivo de las mujeres se convirtieron en un producto social de intercambio o
para ser adquirida, al servicio de las familias en el origen de los grandes estados agrarios.

Las guerras por las conquistas de tierras en este periodo (Edad de los Metales/Civilización) se
dan con frecuencia y además de la apropiación de terrenos y animales, también se secuestra a
las mujeres de los grupos vencidos. La esclavitud surgió con las prisioneras de guerra que son
utilizadas para trabajos forzados. Estas mujeres prisioneras van a configurarse como el
escalafón más bajo de la sociedad de clases. De ahí que la práctica de violar a las mujeres de
un grupo conquistado ha seguido siendo un rasgo característico de las guerras y conquistas.
De hecho, el término botín se aplicaba a cosas, animales y mujeres.

Tanto en Oriente Medio, como en Egipto y Grecia, una vez secuestradas las esclavas se
ocupaban de la preparación e hilado de la lana, molían el grano, trabajaban en la cocina y
cuidaban a los animales domésticos. Pero no se puede obviar que el uso sexual de las
esclavas es un elemento consustancial a esta figura: en Babilonia podían ser alquiladas como
prostitutas y el amo se quedaba con el pago. Esto se extendió por todo el Próximo Oriente,
Egipto, Grecia y Roma, en cualquier lugar donde existiera la esclavitud. En China, la compra de
concubinas era una actividad común.

La práctica de utilizar a las esclavas de sirvientas y objetos sexuales pasó a ser el modelo de
dominación de clases sobre las mujeres. Se esperaba de las mujeres de clases subordinadas
que sirvieran sexual mente a los hombres de clases altas.

Junto con la esclavitud surge la figura del concubinato, creado por la facilidad de disposición de
cautivas y con la finalidad de la conservación de la propiedad privada dentro de la familia. Las
concubinas prestan servicios sexuales al amo y servicios económicos y domésticos a la esposa
de éste. En palabras de G. Lerner, el hecho de que una pareja no tuviera descendencia, con la
implicación consiguiente de pérdida de la propiedad por línea masculina, podía ser remediado
trayendo a casa a una concubina.

En un periodo de aproximadamente mil años, la idea de la esclavitud quedó actualizada e
institucionalizada de tal manera que perjudicó a la definición de mujer. Las personas
femeninas, cuyos servicios sexuales y reproductivos habían quedado cosificados en los
intercambios matrimoniales anteriores, eran vistas hacia finales del periodo como unas
personas totalmente distintas a los hombres en sus relaciones con la esfera pública y privada.

La posición de clase de las mujeres quedó definida a través de sus relaciones sexuales. La
institución de la esclavitud va a ayudar a perfilar la sexualidad y la feminidad. El concepto de
honor reside en las mujeres en su virginidad de una parte y en la fidelidad de los servicios
sexuales a sus dueños y maridos por otra.

A partir del 3.000 a.C ya existen formas de jerarquía social concretas: ciudades templo dirigidos
por las élites militares y jefes de poblados, (aquellos que ejercían gran dominio sobre las tierras
y rebaños, caciques y posteriormente monarcas. En este estadio histórico, las actividades y
organizaciones sociales se muestran con mayor detalle, ya que sobre el año 3.500 a.C fue
desarrollada la técnica de la escritura en la región mesopotámica, por lo que ya existe una
forma más precisa de constatar el pasado.

Una vez consolidadas la división por clases, las mujeres aristócratas no ostentaron la misma
posición que las esclavas o campesinas, sino participaban en la política y vida pública, pero
incluso siendo aristócratas en muchas ocasiones formaban parte del séquito de sirvientas y
eran dependientes de los hombres aristócratas.

Sobre el 2.000 a.C en Mesopotamia, tras un periodo bélico se llevaron a cabo matrimonios de
alianzas para evitar guerras y consolidar territorios. El matrimonio es una unión política de
monarcas y dirigentes y se asienta como la forma superior de intercambio de mujeres. No
obstante como hemos señalado, existe una diferencia abismal en el tratamiento de las mujeres
en función de la clase: las mujeres de clase baja pasaron directamente a ser secuestradas para
la explotación sexual y la esclavitud, mientras que las mujeres aristócratas se intercambiaban
para alianzas políticas de monarcas. Las hijas de los pobres eran vendidas en matrimonio o
para prostituirlas, a fin de aumentar las posibilidades económicas de su familia. Esta “venta” de
mujeres también servía para saldar las deudas de las familias de clase baja. Otro ejemplo en la
distinción de posición de las mujeres aristócratas con las mujeres de estratos más bajos es el
hecho de que, hacia el 1.750 a.C, los monarcas ordenaban a sus esposas elegir entre las
cautivas para servir al monarca.

Sin embargo, una de las cuestiones que se ha visto inalterada en todo este periodo (Edad de
los Metales/Civilización) es la función sexual como servicio consustancial en todas las mujeres,
ya sean aristócratas o esclavas. De hecho algunas esclavas ascendían en la escala social
gracias a sus servicios sexuales. Incluso el poder de las mujeres aristócratas varía en función
de la adecuación de los servicios sexuales que prestaban a los maridos.

Sobre el primer milenio anterior a nuestra era, ya quedan consolidados los primeros Estados, la
familia monógama como servidumbre de las mujeres, la esclavitud gracias al nuevo modo de
producción: el dominio de la producción mediante la agricultura y la dominación sobre el resto
de animales. Como bien señala I. Stalin en su obra “Materialismo dialéctico y Materialismo
histórico”: La primera característica de la producción es que jamás se estanca en un punto
durante un largo período, sino que cambia y se desarrolla constantemente, con la particularidad
de que estos cambios ocurridos en el modo de producción provocan inevitablemente el cambio
de todo el régimen social, de las ideas sociales, de las concepciones e instituciones políticas,
provocan la reorganización de todo el sistema social y político.

 

 

CONCLUSIONES

 

De todo lo expuesto es importante resaltar una serie de ideas o conclusiones, que hemos
querido resumir en los siguientes puntos:

1. El control de la producción, la existencia de excedente y la aparición de la propiedad
privada, fueron la base sobre la que se originó el control de la capacidad reproductora de las
mujeres.

2. El sometimiento de las mujeres a la maternidad, la represión de la sexualidad femenina,
la apropiación de la fuerza de trabajo total del grupo dominado, cuyo primer producto, pero no
el único son los hijos, el desarrollo de la propiedad privada fueron las causas determinantes del
origen del patriarcado.

3. La dominación de las mujeres es fruto del desarrollo de la familia como unidad
económica autónoma y del matrimonio monógamo, fruto de la propiedad privada de los medios
de producción y su condición social ha dependido del acceso a los recursos, de las condiciones
del trabajo y de la distribución del producto de su trabajo.

4. La subordinación de las mujeres no proviene de la condición de madre sino del control
de la maternidad una vez surge la propiedad privada, que las lleva a un desigual acceso a los
medios de producción.

5. El patriarcado no es una forma de dominación a parte de la clase, sino que es la
materialización del control de clase y del modelo de producción dominante de esta época,
aunque la dominación específica sobre las mujeres en etapas posteriores, como
desarrollaremos, adquiere cierta independencia respecto del modelo productivo, una suerte de
autonomía.

6. No puede existir una esfera reproductiva separada de una esfera productiva
precisamente porque la producción depende de la reproducción y renovación de la mano de
obra y viceversa. Como bien establece F. Engels en su obra Origen de la familia, la propiedad
privada y el Estado:

“La primera oposición de clases que aparece en la historia coincide con el desarrollo del
antagonismo entre hombre y mujeres en el matrimonio monógamo, y la primera opresión de
clases con la del sexo femenino por el masculino”.

7. La esclavitud de las mujeres es la forma superior de control de las mujeres, en ella se
recrean la dominación económica y la dominación sexual.

 

 

BIBLIOGRAFÍA

 

− Materialismo dialéctico y materialismo histórico, I. Stalin.
− Formaciones económicas precapitalistas, K. Marx.
− La mujer de los Orígenes, Claudine Cohen.
− El Origen de la Familia, la Propiedad Privada y el Estado, F. Engels.
− La familia, Claude Levi-Strauss.
− La mujer en el camino de su emancipación, Carmen Jiménez.
− La creación del Patriarcado, Gerda Lerner.
− Antropología del Género, Aurelia Martín Casares.
− Tratado de Economía Marxista I, Ernest Mandel.
− Polémica sobre el origen de la familia, Lévi-Strauss, Melford E.Spiro y Kathleen Gough.
− Las sin parte, matrimonios y divorcios entre feminismo y marxismo, Cinzia Arruzza.
− Cuerpos sexuados, objetos y prehistoria, Mª Encarna Sanahuja YII.
− Política Sexual, Kate Millet.
− El Segundo Sexo, Simone de Beauvoir.
− Introducción a la Antropología General, Marvin Harris
http://mujeresconciencia.com/2016/10/17/pasado-ilustra-perspectiva-genero-debate-ladivision-
sexual-del-trabajo/

 

4 comentarios en “Las mujeres en la prehistoria: del comunismo primitivo a la esclavitud

  1. Vigne

    (1 de 3)
    Hola. Me ha interesado leer el artículo, como comunista y al mismo tiempo como antropólogo que en un momento dado se ha visto obligado a meterse a fondo en la Antropología del género.

    Muy de acuerdo contigo en lo que comienzas diciendo: «La necesidad de abordar el surgimiento y la configuración del sometimiento de las mujeres en occidente se hace cada vez más evidente a la luz de las líneas y análisis retrógrados y reaccionarios de sectores del movimiento comunista, que a día de hoy continúan negando la existencia de la subordinación histórica de las mujeres.» A veces me desespero intentando hacer comprender que el patriarcado no nace con el capitalismo. E intuyo incluso que una buena parte de camaradas -sobre todo varones- tan siquiera llegan a entender qué es. Y si no se entiende qué es el patriarcado, pues difícilmente se entenderá el porqué hablamos de género y de feminismo. Me alegro y te felicito por ello.

    Cuando en los años 70 se desarrolla eso que hemos «etiquetado» como Antropología Feminista (dentro de la cual, una de ellas es una jovencísima -en aquel momento- Sherry Ortner, que citas en tu artículo), lo primero que hacen es volver a plantear si el patriarcado es universal o no como se había mantenido en décadas anteriores). Y procedieron a revisar toda la Antropología anterior. Y empiezan con dos autores que en el XIX, a contracorriente del resto de los evolucionistas unilineales, habían sostenido la existencia de un estadio matriarcal en los albores de la Humanidad: uno es alguien que citas, el suizo Bachofen, y el otro fue el escocés McLennan. Esa generación de antropólogas feministas de los 70, llega a la misma conclusión que se había alcanzado desde comienzos del siglo: la idea del matriarcado de Bachofen y McLennan se basaba en meras especulaciones, fuentes nada fiables y muy discutibles, además de errores de bulto tremendos, como confundir matriarcado con matrilineal. En consecuencia pasan a plantearse porqué entonces el patriarcado es universal y se desarrollan múltiples hipótesis. En tutexto citas a Sherry Ortner e imagino que te refieres por lo que dices a un artículo clásico que fue muy popular, escrito en los 70: «¿Es la mujer respecto al hombre lo que la Naturaleza respecto a la Cultura?», inspirado en una idea que toma de Simone de Beauvoir. Es muy importante tener en cuenta que toda esa corriente fue sometida a una autocrítica muy fuerte por parte de ellas mismas (y crítica también por parte de otras, por ejemplo por parte de las antropólogas feministas del Tercer Mundo). Entre otras cosas porque buscando la causa del patriarcado, incurren en el callejón sin salida del biologicismo, como en un momento dado apuntas. La propia Sherry Ortner, en el 94 ó 95 (?) publica Making Gender, en donde le quita importancia a lo que había escrito en los 70 y hace una autocrítica tremenda.

    Responder
  2. Vigne

    (2 de 3)
    ¿Era pues universal el patriarcado? Bien. Nunca hemos resuelto del todo la pregunta y posiblemente nunca seremos capaces de superar las sombras de conocimiento que existen cuando hablamos de la Prehistoria. ¿No crees? Pero si no existen fundamentos sólidos, empíricos, para sostener la existencia del matriarcado primitivo (es imposible saberlo), tampoco los hay en sentido contrario, es decir, entre quienes dan por sentado el patriarcado prehistórico. Que Bachofen y McLennan no hubieran podido demostrar su hipótesis, no debe hacernos olvidar que lo otro es también una hipótesis nunca demostrada, y tan especulativa como podía ser la hipótesis del matriarcado primitivo. Nos movemos en el terreno de la conjetura, ya sea en una dirección o en la otra.

    Queda la comparación con los que han sido los mal llamados «primitivos» contemporáneos. De hecho todo el mundo ha recurrido a ellos para «imaginar» la prehistoria. Esto siempre tiene un sesgo anacrónico, pero no hay otra vía. ¿Y qué pasa con estos «primitivos» contemporáneos? Aquí es donde hay mucha chicha en mi opinión. La lectura que se hace de la Prehistoria a partir de los «primitivos» contemporáneas ha sido muy cuestionada, comenzando por el magnífico libro de Marshall Shalins ‘Economía de la Edad de Piedra’. Pero también en relación con el género. Todo esto entiendo que lo apuntas también de una forma u otra en tu artículo. A partir de los años 30 comienzan a aparecer los primeros estudios realizados por antropólogas bien específicamente centrados en el tema de la mujer o bien partiendo de ésta como objeto inicial de investigación, y una de las sorpresas es que ponen patas arriba mucho de lo que sus colegas masculinos habían escrito sobre «primitivos» actuales. El caso más claro quizás fuesen los trabajos de Phyllis Kaberry (La mujer aborigen: lo sagrado y lo profano, 1939), con los que cuestiona la imagen tan asociada al patriarcado que los varones antropólogos habían trazado de la sociedad aborigen australiana antes de su destrucción cultural. Es un caso muy bonito porque Phyllis Kaberry les demuestra que no se habían enterado de nada respecto a la relación entre hombres y mujeres y que apenas sabían de las mujeres aborígenes. Entonces si lo «primitivo» se extrapola para entender lo prehistórico, esto nos da ya una pista de los sesgos que nos hemos tragado exagerando la universalización del patriarcado. En línea con Phyllis Kaberry: Camila Wedgwood (1937: Mujeres de Manam -Nueva Guinea-), Audrey Richards (1959: Chisungu), Edith Clarke y bastantes más ya antes de que apareciese esa Antropología Feminista de los 70.

    Responder
  3. Vigne

    (3 de 3)
    En mi opinión, en todo esto hay un momento clave que vendría marcado por la obra de Peggy Reeves Sanday del año 86, ‘Poder femenino y dominio masculino: sobre los orígenes de la desigualdad sexua’l. Quizás ya la conozcas, pero en caso contrario te la recomiendo muy especialmente porque además responde muy bien a las inquietudes y motivaciones de tu artículo. La revisión etnográfica que hace la autora es de mucho calado y, desde mi punto de vista, supone la primera vez que se aportan pruebas sólidas que niegan que el patriarcado sea universal; por ejemplo, ella diferencia algo que me parece importante: dominación masculina mítica y dominación masculina real. Aunque ella intenta presentarlo como matriarcado, personalmente lo interpreto como sociedades que podríamos considerar igualitarias, aquellas a las que se refiere en los ejemplos de su libro. Y si intentamos «imaginar» la prehistoria desde los «primitivos» contemporáneos, por supuesto esto nos desmonta el imaginario de un patriarcado que se pierde en la noche de los tiempos dominando el mapa cultural humano desde sus inicios. La obra de Reeves Sanday se la recomendaría a todo el mundo; personalmente me ayudó a entender mejor las relaciones entre géneros en sociedades campesinas haciendo trabajo de campo.

    Me parece muy oportuno la mención a Kay Martin y Bárbara Voorhies porque, como bien dices, sobre rompe con el imaginario patriarcal existente por el cual siempre se han infravalorado las aportaciones de las mujeres. Cuando dices «la recolección, tarea principalmente femenina, era la base que sustentaba a los grupos prehistóricos»… siempre tendremos que tener en cuenta q es una hipótesis a partir de esa extrapolación entre primitivos actuales y grupos prehistóricos, pero al menos referido a lo que sabemos de tales primitivos actuales es así como lo recoges.

    Yo no le daría mucha cancha a Bachofen. En realidad a ningún evolucionista del XIX. Creo que el único que se salva de la quema es, por supuesto, Morgan, porque además es el que comienza a hacer antropología empírica con trabajo de campo.

    En fin. Me gustaría discutir muchas otras cosas, pero no es posible abarcar todo. Para un antropólogo comunista siempre es una delicia leer un artículo así, más allá de los puntos de acuerdo o desacuerdo. Me alegro muchísimo que se hable del tema en un blog como Cultura Proletaria.

    Disculpa por el ladrillo de comentario que me ha salido. El tema me apasiona y se me fue la pinza escribiendo. A todo esto, entré en el blog Cultura Proletaria para otra cosa, que no era ésta. Hemos traducido y publicado en el blog del viejo topo un artículo de Crimes of Britain y… luego descubrimos que ya estaba traducido y publicado por vuestro blog. En futuras traducciones intentaremos evitar este error y comprobaremos primero si ya existe traducción..

    Saludos
    Vigne

    Responder

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