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Declaración programática de los comunistas revolucionarios soviéticos (bolcheviques) (II Parte)

Staline

 

 

 

Stalin y la democracia proletaria

 

Si resumimos todas las acusaciones llevadas a cabo por los oportunistas contra Stalin, podríamos incluirlas, de manera general, en una única categoría: violación de la democracia proletaria. Stalin, según los oportunistas, usurpó el poder en el país y en el Partido, liquidó a los mejores y más experimentados cuadros del Partido y del Estado.

En sus críticas a Stalin, los oportunistas lo oponen a Lenin, juzgando que este es el mejor y más evidente argumento a su favor. Nosotros también estamos de acuerdo en que esta comparación es pertinente, pero, por otro lado, esta se vuelve contra los propios oportunistas. «Intransigencia», «crueldad», «comportamiento dictatorial», ¿de dónde surgió todo ese vocabulario? ¿Estaremos acaso citando un editorial de «Pravda» de los últimos años dedicado al «culto a la personalidad»? No, estas son las definiciones que los oportunistas acostumbraban a hacer de la actividad de Lenin durante toda la revolución rusa. ¿Por qué la actual dirección del PCUS omite el hecho de que todo lo que en el pasado fue atribuído a Lenin está ahora repitiéndose con Stalin? ¡Y qué metamorfosis! Lenin, según los oportunistas contemporáneos, sería partidario de la tesis «no te opongas al mal con la violencia». Para denigrar la táctica revolucionaria de Stalin, cuya crítica tiene para ellos una importancia vital directa, los oportunistas están dispuestos a olvidar el pasado y presentar a Lenin bajo una forma «ennoblecida», conforme a su punto de vista. «¡Nosotros somos los jacobinos del proletariado!«. Estas palabras de Lenin deben ser recordadas por todos aquellos que intentan ahora rehacer a Lenin y darle la apariencia de Jesucristo.

Pero, ¿existía alguna diferencia en el carácter de las acciones de Lenin y de Stalin? Sí, existía. Al comparar a estos dos dirigentes revolucionarios, los oportunistas (en total conformidad con su visión pequeño-burguesa del mundo) reducen todo a las cualidades personales de estos dos hombres. Sin embargo, es evidente que la actividad de Lenin y de Stalin, como dirigentes del Partido y del Estado, corresponde a dos periodos diferentes del desarrollo de nuestra revolución, periodos que difieren radicalmente uno del otro. La muerte de Lenin coincidió prácticamente con el final del periodo de la ofensiva de la revolución europea, de modo que sobre los hombros de Stalin recayó la tarea de dirigir el primer Estado proletario en un momento en que estaba completamente aislado en el terreno internacional y en las condiciones en que no existía una base suficiente para la construcción del socialismo. La ruptura del eslabón más débil en la cadena del capitalismo era una debilidad de la propia revolución.
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