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Las mujeres en la prehistoria: del comunismo primitivo a la esclavitud

 

Por Formación de Mujeres Comunistas Madrid.

Para descargar el PDF: https://www.dropbox.com/s/4tiwhyy8mhpjgfa/la%20creaci%C3%B3n%20del%20patriarcado%20del%20comunismo%20primitivo%20a%20la%20esclavitud-Definitivo.pdf?dl=0

 

La necesidad de abordar el surgimiento y la configuración del sometimiento de las mujeres en
occidente se hace cada vez más evidente a la luz de las líneas y análisis retrógrados y
reaccionarios de sectores del movimiento comunista, que a día de hoy continúan negando la
existencia de la subordinación histórica de las mujeres.

Investigar en qué medida la posición de las mujeres ha venido influida y determinada por el
modo de producción de cada época será el pilar de esta publicación. Analizar las circunstancias
de las mujeres en la Prehistoria con anterioridad al establecimiento de las clases sociales y la
propiedad privada y la familia patriarcal es igualmente indispensable para conocer cuáles han
sido los elementos que han configurado la subordinación de las mujeres en los orígenes de la
humanidad.

Las investigaciones que se han elaborado acerca de las relaciones prehistóricas están
necesariamente afectadas por la subjetividad de quien las realiza y la mirada social concreta de
lo estudiado. No hace falta retroceder mucho en el tiempo para comprobar que la visión de la
mujer prehistórica se ha presentado como pasiva y sexual. Este binomio se ha proyectado
desde la actualidad hacia las organizaciones sociales de los primeros homínidos, y se ha
pretendido difundir que sus actividades en cuanto a la comunidad estaban configuradas de tal
forma que los hombres eran los sujetos cazadores y proveedores de alimentos y mujeres
pasivas encargadas exclusivamente de la cría y protección de los hijos. A lo largo de este texto
vamos a ver que éstas y otras posturas no responden a la realidad de las relaciones entre los
miembros de las primeras comunidades prehistóricas, ni tampoco a la realidad de las que
paulatinamente se conformaron hasta el surgimiento del patriarcado.

La postura acerca de la existencia de un matriarcado universal antecesor de un orden patriarcal
también ha sido un importante eje en los estudios antropológicos y sigue suscitando debate. F.
Engels, basándose en autores como Bachofen y Morgan, planteó esta tesis con la finalidad de
demostrar que la dominación sobre las mujeres no es un hecho natural e inmutable, sino que
tiene un origen concreto muy conectado con el surgimiento de propiedad privada y la sociedad
de clases.
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Crítica al feminismo en Occidente

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El siguiente texto es obra de Anuradha Gandhy, fundadora del PCI(M-L) y miembro del CC del PCI(Maoísta) hasta su muerte.

 

 

Introducción general del Movimiento de Mujeres en Occidente, por la camarada Janaki (Anuradha Ghandy):

– Feminismo liberal.
– Crítica.
– Feminismo Radical.
– Sistema Sexo/Género y patriarcado.
– Sexualidad: la heterosexualidad y el lesbianismo.
– Crítica.
– Anarco-feminismo.
– Eco-feminismo.
– Feminismo socialista.
– Estrategia del feminismo socialista para la liberación de la mujer.
– Crítica.
– El feminismo y el posmodernismo.
– Resumen.

 

 

Feminismo liberal

 

El feminismo liberal ha disfrutado de una larga historia en los siglos XVIII y XIX con pensadoras como Mary Wollstonecraft (1759-1797), Harriet Taylor Mill (1807-1858), Elizabeth Cady Stanton (1815-1902) argumentando a favor de los derechos de la mujer en la base de la comprensión filosófica liberal. El movimiento por la igualdad de derechos a las mujeres, especialmente la lucha por el derecho al voto, se basó principalmente en el pensamiento liberal.

Los primeros filósofos políticos liberales, como John Locke, Jean Jacques Rousseau, que habían defendido la regla de la razón, la igualdad de todos, no incluyeron a las mujeres en su comprensión de los merecedores de la igualdad, en particular la igualdad política. No aplicaron su teoría liberal a la posición de la mujer en la sociedad. Los valores del liberalismo incluyendo la creencia fundamental en la importancia y la autonomía del individuo desarrollado en el siglo XVII.

Surgió con el desarrollo del capitalismo en Europa en oposición a los valores patriarcales feudales basados en la desigualdad. Era la filosofía de la burguesía en ascenso. Los valores feudales se basan en la creencia de la superioridad inherente de la élite – los monarcas. El resto eran sujetos, los subordinados. Defendieron la jerarquía, junto a la desigualdad de derechos y el poder. En oposición a estos valores feudales la filosofía liberal desarrolló la creencia en la igualdad natural y la libertad de los seres humanos. «Defendían una estructura social y política que reconoce la igualdad de todas las personas y que proporciona igualdad de oportunidades. Esta filosofía fue rigurosamente racional y secular y, a su vez, la potencia plena y progresiva formulación de la mayor parte del período de la Ilustración. Se caracterizó por un intenso individualismo. Sin embargo, los famosos filósofos liberales del siglo XVIII como Rousseau y Locke no aplican los mismos principios a la familia patriarcal y a la posición de las mujeres en ella. Este fue el sesgo patriarcal residual del liberalismo que se aplica sólo a los hombres en el mercado». – Zillah Eisenstein.

Mary Wollstonecraft pertenecía a la sección radical de la aristocracia intelectual en Inglaterra que apoyaba la revolución francesa y la americana. Escribió “Vindicación de los Derechos de la Mujer” en 1791 en respuesta a la interpretación conservadora de Edmund Burke de la significación de la Revolución Francesa. En el folleto se manifestó en contra de las nociones patriarcales feudales sobre la dependencia natural de las mujeres sobre los hombres, que las mujeres fueran creadas para agradar a los hombres, que no pudieran ser independientes. Wollstonecraft lo escribió antes del surgimiento de los movimientos de mujeres y sus argumentos se basan en la lógica y la racionalidad. El análisis subyacente de Wollstonecraft son los principios básicos de la Ilustración: la creencia en la capacidad humana de razonar y en los conceptos de libertad e igualdad que precedieron y acompañaron la revolución americana y la francesa. Ella reconoció la razón como única autoridad y argumentó que a menos que se alentara a las mujeres a desarrollar su potencial racional y confiar en su propio juicio, el progreso de toda la humanidad sería retrasado. Argumentó sobre todo a favor de las mujeres que consiguieron la misma educación que los hombres, para que ellas también pudieran asimilar las cualidades del pensamiento racional y contar con oportunidades para ganar y llevar una vida independiente. Criticó fuertemente las ideas de Rousseau sobre la educación de las mujeres.
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¿Qué es el feminismo proletario?

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El siguiente texto es obra de Anuradha Gandhy, fundadora del PCI(M-L) y miembro del CC del PCI(Maoísta) hasta su muerte.

 

«Quienes no han vinculado la opresión de las mujeres con la explotación socio-económica, con la estructura política y con el imperialismo, han propuesto soluciones dentro del mismo sistema imperialista. Estas soluciones han beneficiado a un sector de mujeres de la clase media y han dejado a la inmensa mayoría de las mujeres muy lejos de cualquier posibilidad de liberación. La lucha por la liberación de las mujeres no se puede emprender al margen de la lucha por acabar con el capitalismo imperialista«.

 

 

¿Qué es el feminismo proletario?

 

Es la concepción feminista proletaria de la liberación de género.

La liberación de género concierne a todas las personas que se sienten mujeres y por lo tanto están sujetas a la opresión patriarcal.

La lucha contra el patriarcado no es un problema que ataña solo a las mujeres ni tampoco es un problema sexual o de género. El sexo tampoco es independiente de la construcción social y cultural.

El Feminismo proletario es algo más que la suma de feminismo y proletariado. Es el desarrollo teórico y práctico de la lucha contra el patriarcado desde la perspectiva del proletariado y desde la perspectiva de la política comunista revolucionaria.

 

 

Líneas de fuerza del feminismo proletario

 

Partiendo del materialismo histórico y del marco de análisis del materialismo dialéctico, critica al feminismo marxista como tendencia filosófica que se construye a partir de los mismos planteamientos. La principal diferencia está en la forma de abordar la práctica emancipadora y en que el Feminismo proletario niega que haya un elemento común a todas las mujeres independientemente de su clase, nacionalidad, raza, etc. El Feminismo Proletario mantiene la centralidad de la lucha de clases para la destrucción del patriarcado.

La opresión patriarcal forma parte de la opresión de clase. No es una forma separada o diferente de opresión y hunde sus raíces en la sociedad de clases como un hecho materialista histórico. Ni nació con el capitalismo como modo de producción, ni tampoco es meramente un vestigio residual del feudalismo. Es una parte intrínseca de cualquier sociedad de clases, más allá del modo de producción.

De esta forma sólo el comunismo puede destruir el patriarcado de una vez por todas.
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Con ocasión del día internacional de la mujer proletaria

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Con ocasión del día internacional de la mujer proletaria publicamos el siguiente extracto del libro «La mujer en el camino de su emancipación» de Carmen Jiménez Castro.

 

 

(…) La opresión de la mujer es consecuencia directa del sistema social de explotación y va ligada, pareja e indisolublemente, a la aparición de la propiedad privada y de las clases. Para solucionar esta contradicción, para conseguir su verdadera y total emancipación no existe más camino que la revolución socialista, única que barrerá las bases sobre las que se asienta dicha opresión.

La revolución socialista sienta las bases económicas, políticas y sociales que permiten a la mujer alcanzar la igualdad con los demás miembros de una sociedad en donde ha sido eliminada la explotación del hombre por el hombre.

Tras la revolución socialista, el primer paso que se da es la proclamación de la igualdad de derechos para la mujer, obteniéndose, por tanto, la igualdad jurídica; pero el contenido de ésta es radicalmente diferente de las mismas conquistas ya obtenidas bajo el sistema capitalista. En el plano económico, una de las primeras medidas puesta en marcha es su incorporación a la producción social y su participación en ella en igualdad de condiciones; con ello, no sólo desaparece la discriminación salarial, sino que también la mujer puede acceder a ciertas profesiones que en la sociedad capitalista le estaban vedadas; al tiempo, se empiezan a poner los medios necesarios para ir acabando con la pequeña economía doméstica que la esclaviza y oprime; se suprime, asimismo, la discriminación en la educación, la prostitución y la dualidad moral entre los sexos. Pero, todo esto, son sólo los primeros pasos.

Lenin, un año después de la Revolución de Octubre, escribía: Observad la situación de la mujer. Ningún partido democrático del mundo en ninguna de las repúblicas burguesas más avanzadas, ha hecho, en este aspecto, en decenas de años, ni la centésima parte de lo que hemos hecho nosotros en el primer año de nuestro Poder. No hemos dejado piedra sobre piedra de las vergonzosas leyes que establecían la inferioridad jurídica de la mujer, que ponían obstáculos al divorcio, de los odiosos requisitos que se exigían para él, de la ilegitimidad de los hijos naturales, de la investigación de la paternidad, etc. En todos los países civilizados subsisten numerosos vestigios de estas leyes, para vergüenza de la burguesía y del capitalismo. Tenemos mil veces razón para estar orgullosos de lo que hemos realizado en este sentido. Pero cuanto más nos deshacemos del fárrago de la viejas leyes e instituciones burguesas, tanto más claro vamos viendo que sólo se ha descombrado el terreno para la construcción pero no se ha comenzado todavía la construcción misma.

La Revolución Socialista es el punto de partida tras el que las mujeres comienzan a recorrer masivamente el camino que les conduce a su emancipación, pero llegar a hacerla realidad requiere de un largo proceso. El socialismo es una etapa de tránsito que media entre el capitalismo y el comunismo y que tiene por objetivo la transformación revolucionaria de todas las esferas de la vida, para poder hacer realidad el principio De cada uno según su capacidad, a cada uno según sus necesidades. La emancipación de la mujer está enmarcada dentro de este largo proceso que culmina en la sociedad comunista.
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Mujeres: El género nos une, la clase nos divide.

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La desigualdad de la mujer en el capitalismo se viene profundizando en los últimos años, sobre todo en los países explotados. La discusión de por qué se da eso se reviste de un carácter académico y todo lo que se refiere a la opresión de la mujer es rotulado como una cuestión de genero.

Después de las grandes movilizaciones feministas de los años 60 y 70, las mujeres volvieron a casa, y las discusiones feministas pasaron de las calles a las aulas de las universidades. Surgieron los llamados Estudios de la Mujer y, posteriormente, Estudios de Género, sobre todo en los países imperialistas, y la lucha por la liberación de la mujer perdió lo más progresivo que tenía: el método de lucha, las manifestaciones masivas, la movilización, que involucraba otros sectores de la sociedad. Bajo la dirección de corrientes de clase media e intelectuales, sin la participación masiva de la mujer trabajadora, la lucha feminista se volvió aún más reformista, contentándose con ampliar los espacios de la mujer en la democracia burguesa, como queda claro en esta declaración de la feminista argentina Mabel Bellucci: “La expresión Estudios de la Mujer identifica esa nueva empresa intelectual dispuesta a democratizar aquelllos espacios productores de conocimiento, donde las mujeres no se sienten representadas por estar excluidas como sujetos y objetos de estudio” .

En estos últimos treinta años, se produjo mucha literatura sobre el tema, en especial en Inglaterra, Estados Unidos, España, Italia y Francia. Los catálogos de las grandes editoriales y los programas de congresos, conferencias y cursos universitarios lo confirmam, así como la pluralidad de posiciones teóricas existentes. Tanto que ya se habla de teoría feminista, que fundamenta toda un área llamada estudios de género.

Dentro de los marcos del capitalismo, estos estudios son importantes porque tornan cada vez más visible la desigualdad de la mujer y, en algunos países, sobre todo en los países imperialistas, esta producción académica conseguió ampliar los espacios de la mujer en la sociedad. Sin embargo, es preciso polemizar con esta postura porque, al centrar la opresión de la mujer en la desigualdad de género, restringe su lucha en los marcos del capitalismo –tornándose una lucha por reformas dentro del sistema capitalista– e ignora el problema de clase, llevando a una política que busca unir a todas las mujeres, independientemente de la posición que ocupan en el modo de producción.
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Alexandra Kollontai a las trabajadoras (1918)

Alexandra Kollontai fue comisaria del pueblo, encargada de la asistencia pública y la Seguridad Social. Desde su cargo promovió más medidas avanzadas de los que ningún gobierno capitalista ha sido nunca capaz de alcanzar: firmó la supresión de los cultos, el reparto de las tierras de los monasterios a los campesinos, redactó los primeros decretos de asistencia maternal y protección a la infancia, habilitó infinidad de comedores públicos y creó las primeras guarderías públicas. También era la primera vez en la historia que un gobierno se preocupaba de ese tipo de problemas de los trabajadores. En muy pocos días la revolución adoptó numerosas medidas sociales que poco antes parecían imposibles. Se facilitó el derecho al aborto y desapareció el concepto de hijo ilegítimo. El matrimonio y el divorcio se redujeron a un trámite sin complicaciones. En el terreno económico se abolieron las trabas que impedían el acceso de la mujer al trabajo y a la administración.
Alexandra Kollontai fue una de las figuras más destacadas del movimiento obrero internacional, en el que intervino activamente como revolucionaria profesional, íntegramente dedicada a las tareas del Partido. Sus aportaciones teóricas, especialmente en lo relativo al papel de la mujer proletaria, son muy notables sobre todo si tenemos en cuenta que en aquella época existían notables reticencias, máxime en todo lo relativo a la sexualidad. Ella se adelantó a su época y, una vez más, demostró que los comunistas siempre estamos a la vanguardia.

 

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El feminismo también es cosa de hombres

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Sí, el feminismo también es cosa de hombres. No todo, pero una parte importante de la lucha de liberación de la mujer tiene una actitud masculina. Pero ¿por qué a los hombres les debería preocupar la lucha de género, ya que históricamente son los beneficiados por la estructura social patriarcal? Sencillo: el feminismo libera al hombre.

No, no estoy diciendo ninguna estupidez. La liberación de la mujer trae como consecuencia (¿secundaria?) la liberación del hombre en ciertas direcciones. Radicalmente, la más importante es: el feminismo rompe los estereotipos de género.

Un estereotipo de género es aquel conjunto de «etiquetas» de comportamiento que son colectivamente vinculadas a un género. Es la típica «eso es cosa de mujeres» y «eso es cosa de gays» (ya hablaremos de la homofobia). A través de los estereotipos de género, la opresión sexista comienza en la cuna: antes de que el bebé recién llegado desarrolle sus habilidades cognitivas para entender el mundo de la familia, ya lo convierten en un objeto de fetiche. Alrededor del bebé, existe toda una cultura con valores arbitrarios y más o menos adheridos que le es inculcada. Antes de saber diferenciar los colores, la ropa que usa ya tiene presente una característica sensorial al juicio de valor de aquellos que ya lo juzgan -o a su(s) padre(s) y madre(s)- basados en los bebés dresscode.

Entre el final de la lactancia y el inicio de la infancia propiamente dicha, el niño ya está completando la formación de las funciones cognitivas, sin embargo, el aparato crítico mental aún comenzará a desarrollarse. Esta etapa, de la primera infancia, es donde -en mi opinión- los pre-conceptos están más profundamente arraigados, basados en experiencias traumáticas o en la observación «educadora» de los adultos y la reproducción de su universo (charla-acción) de una manera lúdica en los juegos. Antes de que el niño pueda discernir entre lo correcto e incorrecto, en base a sus propios principios empíricos de acción-reacción, alguien no solamente le ha vendido estos patrones, también las formas más escolásticas posibles basadas ahora y siempre en un proceso de adoctrinamiento basado en la formación del niño con recompensas (materiales o psicológicas) y castigos (estos generalmente físicos).

Es precisamente en esta etapa que los estereotipos de género se solidifican y se afianzan, en los casos más absurdos de opresión del adulto sobre el niño (llamado por los anarquistas, en inglés, ageism) el componente «moral», a través de la catequesis religiosa, potencian y coronan el proceso de colonización de la infancia.
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Diez preguntas y diez respuestas en torno al feminismo

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1- ¿El feminismo busca la superioridad de la mujer sobre el hombre?

No. Pese que a menudo se acusa a las personas feministas de pretender darle la vuelta a la situación para situar a la mujer jerárquicamente encima del hombre, lo cierto es que la intención del feminismo no es esa. Precisamente el feminismo lucha contra la dominación de género, y su objetivo es lograr la igualdad total entre las personas independientemente de su sexo. Feminismo es por tanto sinónimo de igualdad.

2- ¿El machismo ya está superado?

No. A veces se tiende a pensar que el machismo está superado, que es algo que en el siglo XXI no existe (al menos en Occidente) y que solo tiene lugar en países islámicos o en casos aislados en nuestros países. Se considera que el machismo se materializa únicamente en el maltrato de género o en algunas actitudes propias de individuos conservadores y reaccionarios.

Pero lo cierto es que el machismo está muy presente en nuestro día a día. De forma cotidiana se relega a la mujer a una situación de inferioridad. ¿Es que acaso las mujeres no siguen siendo sujetos pasivos en lo referente al amor y la sexualidad? ¿es que no siguen esclavizadas en sus hogares, siendo obligadas a realizar las tareas domésticas? ¿no sigue apareciendo la mujer con un papel secundario y a menudo únicamente sexual en las pelis, series y libros? ¿es que no son tratadas como seres débiles y poco capaces por los hombres en general? ¿es que no sufren acosos a diario? Negar esto es simplemente negar la realidad. Si se observa atentamente la realidad se verá que el machismo sigue muy presente en nuestras avanzadas sociedades, aunque en formas distintas (a menudo más disimuladas) que antaño.
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Principios ideológicos que perpetúan la opresión

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En la historia de la sociedad de clases, siempre se ha apartado a la mujer de la esfera de la producción social, se la ha confinado en el hogar con la tarea de reproducir la fuerza de trabajo y se la ha privado de todos sus derechos. Para justificar esta situación, en este largo proceso, se ha ido creando toda una serie de concepciones tendentes a justificar su opresión ya ocultar, por todos los medios, la realidad de que esta opresión no es sino el fruto de la división social del trabajo y de la aparición de la propiedad privada.

Desde la sociedad esclavista hasta nuestros días, los filósofos, pensadores y hombres de relevancia política, han elaborado toda una serie de teorías que tienen como fin, presentar la situación de la mujer como algo natural. Así, por ejemplo, el Aristóteles de la sociedad esclavista afirmaba:

«Es una ley natural que existen elementos naturalmente dominantes y elementos naturalmente dominados […] el gobierno del hombre libre sobre el esclavo es un tipo de dominio; el del hombre sobre la mujer, otro».

Por su parte, el Rousseau de la Ilustración ilustraba a los ciudadanos y ciudadanas de su época con sentencias de este estilo:

«Toda la educación de la mujer debe referirse al hombre. Complacerlo, serle útil, hacerse amar y honrar por él, educarlo cuando joven, cuidarlo cuando adulto, aconsejarlo, consolarlo y hacerle la vida dulce y agradable. Estos son los deberes de las mujeres en todo momento y lo que debe caracterizarlas desde su más tierna infancia».

Tomás de Aquino o San Agustín no merecen tampoco ser olvidados en este pequeño recorrido; para ellos, las mujeres eran seres imperfectos e inferiores por naturaleza, mientras que para el célebre Napoleón Bonaparte:

«La naturaleza quiso que las mujeres fuesen nuestras esclavas […] son nuestra propiedad […] nos pertenecen tal como un árbol que pare frutos pertenece al granjero […] la mujer no es más que una máquina para producir hijos».(1)
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Por un feminismo materialista

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Somos mujeres
Somos sociólogas
Es decir científicas
Hacemos un discurso
sobre la sociedad, y por tanto sobre las mujeres.
¿Qué significa la irrupción del feminismo en la sociedad?
¿Qué significa la irrupción del feminismo en la sociología o en las ciencias humanas en general?
Es preciso descartar de entrada dos posibles interpretaciones de esta irrupción:
a) como la multiplicación de los estudios (los mismos que antes) sobre las mujeres.
b) como el estudio de las mujeres por parte de las mujeres.

¿Qué es el feminismo entonces?

El feminismo es ante todo un movimiento social. Como todo movimiento de rebelión su existencia misma formula -explícita o implícitamente- dos postulados fundamentales:

En primer lugar, que la situación de las mujeres es un motivo de rebelión. Esto es una obviedad, pero esta obviedad da pie a un corolario mucho menos aceptado. Una no se rebela contra lo que es natural y por tanto inevitable, o inevitable y por tanto natural. Desde el momento en que existe una rebelión, al mismo tiempo y necesariamente existe la noción de un proceso resistible. Lo que es resistible no es inevitable; lo que no es inevitable podría ser distinto; es arbitrario, social por tanto. La implicación lógica y necesaria de la rebelión de las mujeres, como de toda rebelión, es que es posible cambiar su situación; de lo contrario, ¿para qué rebelarse? Creer en la posibilidad del cambio implica creer en el origen social de la situación.

La renovación del feminismo ha coincidido con la utilización del término «opresión». La ideología, esto es, el sentido común, el discurso cotidiano, no hablan de opresión sino de «condición femenina». Nos remiten a una explicación naturalista: a una imposición de la physis, de la realidad exterior inaccesible y no modificable a través de la acción humana. El término opresión nos remite en cambio a una arbitrariedad, a una explicación y una situación políticas. «Opresión» y «opresión social» son por tanto sinónimos; o más bien la expresión «opresión social» es un pleonasmo: la noción de una causa política, esto es, social, es de hecho parte integrante del concepto de opresión.

Este término es por tanto la base, el punto de partida de todo estudio y también de toda acción feministas. Su utilización modifica radicalmente no sólo los datos de la sociología sino también los de todas las ciencias humanas.

Deja obsoletas todas las actuaciones «científicas» que no incluyen el concepto de opresión al hablar de un modo u otro, a un nivel u otro, de las mujeres. Un estudio feminista es un estudio encaminado a explicar la situación de las mujeres; toda vez que esta situación se define como una situación de opresión, resulta imposible utilizar sin incurrir en incoherencias unas premisas teóricas que, al no incluir este concepto, lo excluyen.

En consecuencia, una actuación feminista no debe limitarse a aplicar al estudio de las mujeres, con «buena voluntad política», las premisas no modificadas de las ciencias establecidas. Sigue leyendo

Una introducción al marxismo feminista

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Las feministas marxistas son feministas que se alían con las teorías filosóficas y económicas de Karl Marx, que descubrió las leyes económicas subyacentes del capitalismo y escribió sobre ellas en su obra maestra, “El Capital”. En este y otros trabajos, Marx y su colaborador de toda la vida, Friedrich Engels, pusieron los cimientos de la economía marxista, el concepto filosófico del materialismo dialéctico, y el método de análisis social conocido como materialismo histórico. Sigue leyendo

«Marxismo, feminismo y liberación de la mujer» Artículo de Sharon Smith

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Inessa Armand, la primera dirigente del Departamento de la Mujer en la Revolución Rusa de 1917, hizo la siguiente observación: “Si la liberación de la mujer es impensable sin el comunismo, el comunismo es también impensable sin la liberación de la mujer”. Esta afirmación es un perfecto resumen de la relación entre la lucha por el socialismo y la lucha por la liberación de la mujer: no es posible una sin la otra.

La tradición marxista asume, desde sus orígenes, con los escritos de Karl Marx y Friedrich Engels, la lucha por la liberación de la mujer. Ya desde el “Manifiesto Comunista”, Marx y Engels argumentaron como la clase dominante oprime a las mujeres, relegándolas a “ciudadanas de segunda clase” en la sociedad y dentro de la familia: “el burgués ve en su mujer un mero instrumento de producción…, no sospecha siquiera que el verdadero objetivo que perseguimos [los comunistas] es el de acabar con esa situación de las mujeres como mero instrumento de producción”.

Marx no dedicó mucho espacio en El Capital a describir el papel que cumple el trabajo domestico de las mujeres bajo el capitalismo. Tampoco examinó el origen de la opresión de la mujer en la sociedad de clases, a pesar de que tomó extensas notas etnológicas sobre este tema hacia el final de su vida. Sigue leyendo

«Sobre el feminismo»

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En este libro he querido recopilar algunas obras que creo son de importancia para el movimiento feminista. Cecilia Toledo, Ana de Miguel Álvarez o Carmen Jiménez Castro son algunas de las autoras que aparecen en él.

Descargar PDF: http://www.mediafire.com/view/361naswoxdp0awl/Sobre%20el%20feminismo.pdf

Al hilo de este tema, me gustaría dejar un artículo de Mila Frutos que a mi parecer es muy interesante para entender el feminismo desde la perspectiva socialista.

«Cuando la feminista socialista H. Hartmann afirmó en 1979 que las categorías marxistas son ciegas al sexo, puso el dedo en la llaga de los errores centenarios sobre los que se ha levantado dolorosamente la lucha por la liberación de las mujeres, lo mismo en la tradición burguesa que en la tradición marxista, sea socialdemócrata o revolucionaria.
¿Había que descubrir un nuevo paradigma para la comprensión de los géneros? Tal vez no sea imprescindible, puede que sean útiles el método y los instrumentos de observación y tan sólo necesitemos cambiar alguna lente, corregir el ángulo y aplicar el protocolo (marxista) sin interpretaciones previas de la realidad, es decir, sin prejuicios. Bastará con preguntar quién produce qué y quién se apropia del producto. Hagamos el intento.
Sostener que el patriarcado precede en el tiempo al surgimiento del capitalismo resulta hoy una obviedad. ¿O es que existía la igualdad entre hombres y mujeres en el feudalismo, en la Grecia clásica o en la Roma imperial, en la Civilización china, en Japón o en el Imperio inca? El capitalismo no inventó el patriarcado, obviamente. El propio Engels sitúa el origen de la opresión de las mujeres en el surgimiento de la propiedad privada de la tierra y del ganado, aunque después nos sorprende con una contradicción impropia según la cual las mujeres gozaban de reconocimiento social y respeto en toda la Historia hasta la llegada del capitalismo. Al parecer el capitalismo nos deja sin trabajo productivo y perdemos posición y autoridad.
Es cierto que el capitalismo transforma las relaciones patriarcales, al igual que la existencia previa del patriarcado determina importantes aspectos del sistema capitalista. Pero Engels confunde lo particular o específico del patriarcado en el marco de la producción capitalista con el propio capitalismo. Ambos sistemas son clasistas y probablemente sea el patriarcado la primera forma de clasismo, muy bien aprovechada siglos después por el capitalismo, hasta el punto de que se hallan tan estrechamente interrelacionados que difícilmente se puede concebir o explicar un sistema sin el otro, pero esto no implica que deban teorizarse como una sola cosa. Son dos sistemas independientes que se refuerzan y determinan cada uno por el otro.
El pensamiento de Marx y Engels adolece de eurocentrismo y de sexismo. Intentaron construir un sistema en el que integrar todos los fenómenos sociales y toda la historia. La potencia del análisis de clases es tan fuerte que eclipsó el desarrollo teórico de la relación entre los sexos, y la cuestión feminista se calzó dentro de la clase para que el esquema fuese perfecto. No detectaron la ideología patriarcal, subyacente a su propio esquema, que desprecia los intereses de las mujeres y encarnaron esa subordinación al pensar sobre el asunto. La ideología del patriarcado devalúa los trabajos “propios del género femenino” y los segrega del resto de trabajos necesarios para el sostenimiento de la vida diseñando una dicotomía artificial entre la familia y el trabajo “productivo”. Y en esa división las mujeres se subordinan a los hombres. Engels es consciente de ello pero responsabiliza únicamente al capitalismo sin tomar conciencia de que éste se limita a adaptar y profundizar un conflicto heredado, confiando en una fácil resolución a manos de la colectivización del trabajo doméstico.
En la actualidad resulta difícil comprender cómo es posible que Engels no reparase en el hecho de que las mujeres de la Edad Media estaban profundamente subordinadas a los hombres pese a realizar un trabajo productivo, al igual que las campesinas de cualquier época; y cómo es posible que Engels creyera que las mujeres (las de clase trabajadora) no hemos hecho trabajo productivo en algún momento. Las mujeres hemos trabajado siempre dentro y fuera de la familia, y cuando nos expulsaron de la fábrica trabajamos lavando sábanas, planchando camisas, vendiendo cerillas, cosiendo en casa para algún taller, limpiando portales o cuidando niños ajenos. Y, aunque no había una ley al uso, conseguíamos conciliar la vida familiar y laboral.
En ningún momento comprende Engels que el conflicto se da entre las mujeres y el Estado (capitalista) y entre las mujeres y los hombres. Comprender este doble conflicto es el gran logro del feminismo socialista. Pero Marx y Engels no sabían nada sobre el género porque la división sexual del trabajo les favorecía como individuos hombres y porque no aplicaron correctamente su propio método.
Las sufragistas de su época eran mayoritariamente burguesas de clase media y la separación de clase se impuso al descubrimiento que éstas efectuaron, aún muy rudimentario: que las mujeres estaban oprimidas por el hecho de ser mujeres. El pensamiento socialista de entonces debería haber alzado la bandera de la lucha feminista, evitar así el sesgo burgués, teorizar y apropiarse de una lucha que debe ser de la izquierda porque es anticlasistacontradicción según la cual las mujeres no estaban oprimidas por el hecho de ser mujeres sino por pertenecer a la clase trabajadora, el desarrollo industrial igualaría a las mujeres con los hombres a medida que se incorporasen al trabajo en la fábrica, y la revolución socialista liberaría a hombres y mujeres de la explotación capitalista. Caso cerrado.
Pero triunfaron algunas revoluciones socialistas y comprobaron a pie de obra que la desigualdad entre hombres y mujeres, pese a los avances que éstas experimentaron, no desaparecían automáticamente
Antes que Engels, Rousseau, el gran teórico de la burguesía, excluye a las mujeres del contrato social y de la igualdad de derechos políticos aplicando el anterior estatuto del feudalismo patriarcal: que hombres y mujeres son diferentes por naturaleza. Engels matiza el error pero sin llegar a superarlo: establece que la primera división del trabajo se da entre hombres y mujeres (correcto) pero que tal división es natural. Mantiene la contradicción burguesa y además introduce una nueva, específica del materialismo histórico primitivo, al argumentar que toda forma de organización de la producción y del trabajo es una organización social, excepto la que divide a hombres y mujeres, que es natural (¡toma anti-materialismo!). Engels, partiendo de un primer error, llega a otro que se ha demostrado ya como tal error. La incorporación de las mujeres al trabajo asalariado no ha traído la liberación, como preveía, sino la doble jornada.
El primer movimiento obrero y los sindicatos de la segunda mitad del siglo XIX, la etapa de Marx y Engels, tanto en Europa como en Estados Unidos, contribuyeron a adaptar la estructura patriarcal al flamante capitalismo; exigieron la exclusión de las mujeres de ciertos sectores industriales y de los sindicatos porque sus peores salarios competían a la baja con los de ellos en lugar de luchar por igual salario, expulsaron a las mujeres en lugar de organizarlas, forzaron leyes llamadas eufemísticamente de protección de las mujeres para evitar jornadas largas y trabajos pesados que su debilidad no podría soportar (pero esa protección se tradujo en que ellos se quedaron con los mejores trabajos y salarios), lucharon por el salario familiar para que «sus mujeres” volviesen al hogar y la familia estuviese mejor atendida sellando un lamentable pacto interclasista contra las obreras que se explica por las relaciones patriarcales entre hombres y mujeres y no sólo por los intereses del capitalismo.
Y argumentaban en estos términos tan panchos, sin cohibirse, ya que la ideología patriarcal no estaba contestada más que por las desprestigiadas sufragistas de clase media que ingenua o interesadamente creían que la igualdad de derechos políticos sellaría la igualdad real entre los sexos. También creyó en los derechos políticos el movimiento abolicionista (de la esclavitud) en Estados Unidos, pero nunca soportó críticas y desprecio tan virulentos. Las trabajadoras no tuvieron en ese momento capacidad para responder y organizarse, víctimas y reflejo de su histórica posición de subordinación en la sociedad. Las organizaciones dirigidas por varones hablaron en su nombre, dictaron las pautas de la lucha obrera y ellas aceptaron. Es curioso que unas décadas después la izquierda adoptase la lucha por los derechos políticos y por el sufragio femenino como propia: eso que tanto habían denostado. Pero la realidad es tozuda y cualquier izquierda consecuente no tiene más remedio que aceptar tarde o temprano –en nuestro caso tarde- algo tan obvio como es el hecho de que las mujeres deben tener los mismos derechos que los hombres.
De manera que tenemos una tesis socialista según la cual no existe el problema de las mujeres sino únicamente el de las mujeres de clase obrera, y su opresión constituye la forma específica de explotación capitalista de las mujeres.
Por otro lado aparece la antítesis feminista que sostiene que las mujeres en general sufren una opresión por el hecho de ser mujeres, que nada tiene que ver con la economía y la forma de producción sino con un sistema transversal que es el patriarcado, el cual es universal y se perpetúa a lo largo de la historia independientemente de la sociedad particular de que se trate.
Y finalmente, desde las filas socialistas, surge la síntesis del feminismo socialista desarrollado en los años setenta del siglo XX. Planteamiento que perfila el salto del feminismo utópico (marxista, burgués y radical) al feminismo científico.
Feminismo socialista
El patriarcado no es una cuestión fundamentalmente ideológica, no es sólo un elemento más de la superestructura capitalista. El patriarcado es un sistema de explotación de las mujeres por los hombres. Estos se apropian de trabajos y servicios producidos por las mujeres. Y constituye también un elemento del modo de producción: la producción y reproducción de la gente. El patriarcado ha desarrollado históricamente una enorme capacidad de adaptación al desarrollo económico y en la etapa del capitalismo establece una alianza muy ventajosa para ambos sistemas que se entrelazan como las hebras de una cuerda hasta parecer una misma cosa, alcanzando ambos mediante el pacto una fortaleza difícil de doblegar. Como tal sistema, tiene su propia ideología, subsumida en muchos aspectos en la ideología del capitalismo y viceversa.
El feminismo materialista descubre que las mujeres, además de trabajar para el capital reproduciendo a la clase obrera, construyendo una “balsa de aceite” (si bien, con sus propios conflictos internos) donde los proletarios descansan para volver al día siguiente a la fábrica bien lavados y planchados, listos para la explotación, y dulcificando el caos social de la lucha de clases mediante la estabilidad de la estructura familiar, las mujeres además hacen unos trabajos gratuitos para los hombres particulares en el marco de una relación de producción en la que se apropian del trabajo realizado por las mujeres.
Y esta relación de producción se extiende de forma transversal por toda la pirámide social, de modo que las mujeres de cualquier clase social sufren alguna forma de opresión y explotación, aunque de forma bien distinta y con posibilidades de superación tan alejadas como las clases sociales (tampoco todos los trabajadores o trabajadoras asalariados sufren la explotación capitalista de la misma forma, no desde luego comparten las mismas condiciones de vida un trabajador inmigrante senegalés o una trabajadora de las maquilas de Méjico que un informático madrileño). Las palizas, las agresiones sexuales o el acoso se dan entre hombres y mujeres de cualquier clase social y no únicamente por parte del obrero alienado, frustrado y bebido que golpea a su mujer. Y, en cualquier caso, lo que hay que preguntarse es por qué ese obrero considera a su mujer como una propiedad; por qué el obrero, el campesino, el intelectual o el burgués (o el señor y el siervo) tienen derecho de propiedad sobre las mujeres y sobre los trabajos que éstas realizan. Y por qué la crianza, socialización y educación de los hijos e hijas del obrero, del campesino, del intelectual o del burgués son asunto de sus esposas.
Por ello decimos que el patriarcado es transversal. Por ello existen experiencias similares entre mujeres de distinta clase social, que no padecen ni comprenden hombres de una u otra clase social ¿Para quién hacen un trabajo gratuito las mujeres y dentro de qué relaciones de producción se realiza? Esta es la pregunta del feminismo socialista.
Base material del patriarcado en su etapa capitalista
Si entre hombres y mujeres existen relaciones de producción, debemos establecer la base material sobre la que se establece tal relación.
Tres elementos fundamentales constituyen la base material del patriarcado: el trabajo doméstico, la crianza de los hijos e hijas y la producción de amor (afectivo y sexual, el primero dentro y fuera de la pareja –en la amistad, en el trabajo, en la política- y el segundo lógicamente en la pareja heterosexual). O sea: Sus Labores.
Todas sabemos de qué trabajos hablamos; ellos no tanto pero se hacen una idea porque muchos ayudan, incluso los hay que colaboran, y mientras ella hace la limpieza chunga el sábado por la mañana él se lleva a las niñas al parque con el periódico bajo el brazo, y por la tarde toda la familia va al centro comercial con la lista de la compra semanal que elaboró la mamá, que es la que organiza.
Pero además, hay que comprender que las necesidades de las personas no se limitan a la comida, el vestido y la casa. Para que una persona se socialice correctamente, llegue a convertirse en un individuo adulto con sus capacidades relacionales desarrolladas, en un ser social pleno, necesita cuidados y afectos: amor. Y esta necesidad no cesa al alcanzar la mayoría de edad, es una necesidad que, como el alimento y el abrigo, dura toda la vida. Sin embargo el intercambio es desigual entre hombres y mujeres. Los hombres se apropian de mayor cantidad de amor (cuidados, afectos y placer erótico) del que devuelven. Este desigual intercambio alimenta su mayor autoestima y autoridad reconocida socialmente (las mujeres y el descanso del guerrero en versión moderna).
Estos trabajos los realizan tanto las mujeres que además tienen un trabajo asalariado como las que no lo tienen. Y, al igual que el capitalismo extrae la fuerza laboral durante un tiempo mayor del que paga y se apropia del producto, los hombres se apropian del trabajo de las mujeres gratuitamente o a cambio del sustento (aunque ese sustento varíe mucho según la clase social del hombre concreto de que se trate). Estructura similar de explotación del capitalista y el trabajador y del hombre y la mujer. Engels afirmó con acierto que en la familia el hombre ejercía el rol del burgués y la mujer el del proletario. Las mujeres somos más pobres y más dependientes que los hombres, no sólo porque nuestro salario sea un 35 % más bajo que el de ellos, sino porque el cuidado de los hijos e hijas, las tareas domésticas y la atención de los demás nos impide formarnos y ascender. Y cuando nos separamos tenemos peores trabajos, peores salarios, mayores gastos y mayor dependencia de los hombres, que siguen teniendo la llave que gobierna nuestras vidas.
Qué socialismo necesitamos las mujeres
El histórico conflicto entre marxismo y feminismo ha resultado muy perjudicial para ambas luchas pero sobre todo para el feminismo, que padeció la subordinación sistemática ante la potencia del movimiento obrero y la jerarquía de contradicciones principales y secundarias. La división en dos frentes irreconciliables polarizó, cuando no enfrentó, dos corrientes de pensamiento que combaten el clasismo; y no debe ser excusa considerar la implicación liberal de un sector del feminismo, merecidamente criticado, para silenciar a otro sector insuficientemente comprendido.
También la lucha por el socialismo ha resultado dañada al excluir de sus parámetros el conocimiento del patriarcado y la verdadera relación entre hombres y mujeres y entre capitalismo y patriarcado, propiciando la frustración de muchas mujeres ante la parálisis del debate feminista en organizaciones políticas bajo direcciones machistas. Algunas de estas mujeres, no obstante, dedicaron mucha energía al desarrollo de un socialismo feminista verdaderamente liberador tanto de la estructura de clase como de la de género. Durante la segunda ola del feminismo en los años setenta surgieron una multitud de grupos de mujeres reclamando la independencia respecto de las organizaciones políticas para desarrollar una teoría no contaminada y no subordinada. En muchísimos pueblos y barrios del estado español dirigieron las luchas por el derecho al divorcio y al aborto, por una sexualidad libre, por la planificación familiar, por la incorporación al mercado de trabajo y en general por la liberación de las mujeres. En sus filas y entre sus dirigentes se situaron mujeres socialistas que defendían la necesidad de la doble militancia o que, rebotadas con la cerrazón de sus partidos o sindicatos, los abandonaban. No tuvieron opción. Levantaron, a la defensiva, el discurso de la independencia y desde esa independencia organizativa llamaron a las mujeres de cualquier ideología a la lucha por la liberación dando lugar al feminismo radical. Pero la falta de referentes políticos, al igual que ocurre con los sindicatos “independientes”, sembró un camino de confusiones, derivas y sesgos que culminaron con el abandono total del polo socialista dentro del movimiento. No debemos repetir los mismos errores.
Hoy, tras la derrota histórica de los intentos revolucionarios del siglo XX, tratamos de comprender los aciertos y los errores del socialismo real y consideramos la necesidad de formular un socialismo para el futuro que integre problemas desdeñados en fases anteriores y conflictos nuevos surgidos en el imparable desarrollo del capitalismo. La liberación de las mujeres merece ser uno de ellos.
Las organizaciones políticas deben asumir el feminismo socialista y contribuir al desarrollo de frentes feministas en su interior para que el socialismo que logremos no sea patriarcal. Los compañeros han de reconocer que los hombres gozan de privilegios a costa de las mujeres y que esos privilegios deben desaparecer.
Debemos asegurar que el socialismo por el que luchamos hombres y mujeres es el mismo socialismo, sin clases y sin géneros.»