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El papel de las mujeres en la defensa de Stalingrado

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«Recordando la batalla a orillas del Volga, debo detenerme por un momento en una cuestión importante que, en mi opinión, no ha recibido gran atención en la literatura de la guerra y que, a veces, sin razón, es despreciada, en un intento de sacar conclusiones de nuestra experiencia en ella. Estoy pensando en el enorme papel desempeñado en la guerra por las mujeres, no solamente en la retaguardia, sino también en la línea del frente. Soportaron las dificultades de la vida militar del mismo modo que los hombres y los acompañaron a Berlín.

Hubo muchas mujeres en la historia militar, desde las marketankti de los tiempos de Pedro el Grande y Suvorov hasta las guerrillas de 1812, las hermanas de la caridad en la defensa de Sebastopol y de Port Arthur, las mujeres de la Primera Guerra Mundial, que recordamos como dedicadas y valientes patriotas rusas. Pero en ninguna guerra anterior habían desempeñado las mujeres un papel tan importante como en la guerra germano-soviética de 1941-1945.

A pesar de que, en el pasado, muchas mujeres habían servido en el ejército y en la línea del frente por su propia iniciativa, las mujeres soviéticas partieron al frente convocadas por el Partido y el Komsomol (1), profundamente conscientes de sus deberes en la defensa de los intereses de su país socialista. Habían sido preparadas para esto por nuestro Partido Comunista, porque en ese momento, nuestro Estado era el único en el mundo en donde las mujeres disfrutaban, de acuerdo con la Constitución, de los mismos derechos que los hombres.

Aún hay quienes probablemente no comprendan que lo hicieron como constructoras del socialismo y defensoras de los intereses de los trabajadores. Espor ello que, en la guerra contra los invasores nazis, vimos a las mujeres soviéticas sirviendo como enfermeras, llevando decenas y centenas de heridos a la retaguardia, como médicas, realizando intervenciones quirúrgicas bajo el ataque aéreo de la artillería, o como operadoras de telefonía y de radio, cuidando de las conversaciones operacionales y de la gestión en la batalla. Las vimos trabajando en los comandos y en las organizaciones políticas, donde realizaban trabajos de administración militar y educaban a las tropas en el espíritu de la tenacidad en el combate. Quien quiera que visitase el frente veía a mujeres trabajando como artilleras en unidades antiaéreas, como pilotos combatiendo contra los ases alemanes, como comandantes de buques blindados, en la Flora del Volga, por ejemplo, transportando cargas desde el margen izquierda al margen derecha, ida y vuelta, en condiciones increíblemente difíciles.

No exagero al decir que las mujeres lucharon junto a los hombres en todas partes durante la guerra.

Se debe recordar también que, a mediados de 1942, cuando nuestros ejércitos se habían retirado a una línea que corría por Leningrado, Mozhaysk, Voronezh, Stalingrado y Mozdok, dejando áreas densamente pobladas en manos enemigas, se necesitaban nuevos reclutas. Las mujeres, en masa, se presentaban voluntarias al ejército y esto hizo posible restaurar, en toda su eficiencia, nuestras unidades y establecimientos.
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