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John Reed, escritor y soldado de la revolución

 

La grandeza de John Reed reside fundamentalmente en la actitud que asumió ante la lucha proletaria universal y en el contenido revolucionario que supo prestar a toda su obra periodística y literaria. Como subraya Egon Erwin Kisch, en un ensayo sobre el autor de los «Diez días que estremecieron al mundo«, «la declaración tendenciosa de que la verdad reside en el término medio o que no hay verdad absoluta, no ejerció ninguna influencia sobre él. Desde los primeros momentos, Reed comprendió de qué lado estaba realmente la verdad. Y, sin vacilar ni un sólo instante, se colocó resueltamente a su lado«.

Como periodista y escritor, John Reed siempre ha defendido intransigentemente la causa de los pueblos oprimidos por el imperialismo angloamericano y siempre defendió con ímpetu la causa de la paz y del socialismo, bandera de la lucha del proletariado internacional.

Periodista de renombre, cuya colaboración era disputada por los mayores órganos de la prensa norteamericana, abandonó el falso brillo de una carrera burguesa para integrarse cada vez más en el movimiento revolucionario.

Ya en su primer libro de cierta envergadura, Reed revela una comprensión exacta de las causas de la revolución mexicana liderada por Pancho Villa, ya que en los cinco meses que pasó en México, supo identificar su pensamiento con las aspiraciones de un pueblo oprimido por el imperialismo yanqui. En esa época escribe la historia «Mac, el americano«, en la que el escritor estadounidense hace una crítica implacable de las relaciones entre los «yankis» y los pobres «nativos» de los países dominados por ellos económica y políticamente. De vuelta a los EE.UU., fue arrestado durante una huelga textil por protestar contra las arbitrariedades de la policía.

En prisión escribió «El hotel del Sheriff Radcliffe«, denunciando el sistema penitenciario estadounidense. Ese folleto causó sensación. Desde entonces, no cesó jamás la militancia política del escritor; que pasó a desarrollar, a través de conferencias y artículos, una intensa campaña contra la «Standard Oil Company«, por el hecho de que esta empresa había ordenado asesinar a varios huelguistas en los pozos de petróleo de Bayona y Colorado.
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Mac, el americano

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A continuación publicamos uno de los relatos más destacados del periodista y revolucionario estadounidense John Reed.

 

 

Conocí a Mac en México, en la ciudad de Chihuahua, en vísperas de Año Nuevo. Era un soplo de la patria, un norteamericano en bruto. Recuerdo que cuando salíamos del hotel para tomar un trago en «Chee Lee’s«, las cascadas campanas de la antigua catedral repicaban furiosamente llamando a misa de medianoche. Sobre nuestras cabezas rutilaban las solitarias estrellas. Por encima de toda la ciudad, desde los cuarteles en los que estaban alojadas las fuerzas de Villa, desde las avanzadas distantes en las desnudas colinas, de los centinelas que vigilaban las calles, llegaba el estrépito de exultantes detonaciones. Un oficial borracho pasó por nuestro lado y, confundiendo la fiesta, gritó: «¡Ha nacido Jesucristo!«. En la esquina inmediata, un grupo de soldados, envueltos hasta los ojos en sus sarapes, estaban sentado alrededor de una hoguera cantando el interminable corrido llamado «Las mañanitas de Francisco Villa«. Cada uno de los que cantaban tenía que agregar un nuevo verso acerca de las hazañas del gran caudillo…

Ante las grandes puertas de iglesia, después de atravesar el parque en tinieblas, se reunían las silenciosas y siniestras figuras de mujeres vestidas de negro que iban a lavar sus pecados. Y de la catedral se derramaba una claridad rojiza y brotaban extrañas voces indias que entonaban un cántico que yo había oído únicamente en España.

«Vamos a entrar a ver la misa -dije yo-. Debe ser interesante«.

«¡Demonios, no! -dijo Mac, con voz ligeramente forzada-. No me gusta inmiscuirme en la religión de nadie«.

«¿Eres católico?»

«No -repuso-. Me parece que no soy nada. Hace muchos años que no he entrado en una iglesia«.

«¡Felicidades! -exclamé yo-. Entonces tampoco serás supersticioso«.

Mac me miró con cierto desagrado.
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Algunos autores a favor y en contra de Stalin

Algunos autores a favor y en contra de Stalin

 

En este breve capítulo, analizaremos algunas de las críticas que se lanzaron contra Stalin, por parte de ex-comunistas, revisionistas, traidores y tránsfugas en las épocas negras del dominio revisionista. También veremos algunos escritores más equilibrados.

Winston Churchill, primer ministro británico durante la II Guerra  Mundial

Churchill, el famoso ministro británico durante la II Guerra Mundial, fue un hábil político y un personaje muy importante del siglo XX. Tuvo la oportunidad de conocer muy de cerca a Stalin y tratar con él en momentos cruciales de la II Guerra Mundial y por lo tanto, siendo un anti-comunista convencido y confeso, sus opiniones tienen un gran valor para aquilatar objetivamente la personalidad de Stalin.

Churchill negoció con Stalin una cantidad muy grande de problemas derivados de la guerra y de la alianza estratégica entre Gran Bretaña y la Unión Soviética. Sostuvo conversaciones y tratativas muy complejas con Stalin en tres conferencias internacionales: Teherán, Yalta y en parte Postdam. Sus criterios no pueden, de modo alguno, ser interpretados como una concesión, por el contrario, el hecho mismo de haber sido enemigos irreconciliables a partir de la guerra fría, muestran su honestidad y equidad.

Churchill escribió lo siguiente de Stalin:

«La suerte para Rusia fue que durante los años de la grandes pruebas fue dirigida por ese estratega inflexible que fue José V. Stalin. Fue una personalidad importante, señalada e incuestionable. Stalin estaba dotado de una energía extraordinaria, era un erudito con una voluntad fuerte, inflexible, implacable tanto en el trabajo como en las discusiones y yo mismo, a pesar de toda mí ciencia del Parlamento inglés, no hubiera podido contradecirle en nada. La fuerza activa de su trabajo era tan grande en él que constituía un caso único entre todos los Jefes de Estado de todos los tiempos y de todos los pueblos.  Stalin producía impresiones muy fuertes sobre cada uno de nosotros. Su Influencia sobre el pueblo era incuestionable. Cuando entraba en la sala de la Conferencia de Yalta, cada uno de nosotros, como sí nos lo hubieran pedido, se levantaba y, de manera sorprendente, ponía las manos en las costuras de los pantalones permaneciendo inmóvil. Poseía una inteligencia profunda. Era un maestro inigualable para descubrir soluciones a los problemas más arduos, incluso en los casos en que parecía que no había solución posible. Había creado y mandaba un país colosal. Era una persona que habría podido eliminar a sus enemigos con la ayuda de las manos de sus enemigos y logró incluso hacernos combatir contra los imperialistas, a nosotros que también nos consideraba abiertamente como tales. Stalin era tan grande que era incomparable en el mundo. Había salido de la nada y dejó tras de sí una Rusia equipada de armas nucleares […] No, no importa lo que se diga de él, ni la historia ni los pueblos lo olvidarán…» (Subrayado nuestro)

Además, Churchill citado por Nina Andreieva, dice refiriéndose a Stalin:

«Uno de mis más peligrosos adversarios políticos. Él fue una figura destacada que se impuso a nuestro tiempo en aquel período en que transcurrió su vida. Stalin fue un hombre con erudición y energía no comunes, con una fuerza de voluntad inquebrantable, brutal, áspero, implacable tanto en el trabajo como en las conversaciones; inclusive yo, educado en el parlamento inglés, nunca pude contradecirlo en nada. En sus obras se sentía una fuerza colosal. Esta fuerza era tan grande en Stalin que parece que él es inigualable entre los dirigentes de todos los tiempos y pueblos (sic). Su influencia sobre las personas era incontestable. Cuando entró en la sala de la Conferencia de Yalta, todos nosotros, como respondiendo a un comando, nos pusimos de pie. Y sorprendentemente manteníamos las manos en la cintura. Stalin tenía una inteligencia profunda, lógica y razón privada de todo pánico. El era un maestro perfecto para encontrar en los momentos difíciles los caminos para salir de las situaciones más difíciles. El era un hombre que liquidaba a sus enemigos con las manos de sus enemigos, él nos obligó a nosotros, que él llamaba abiertamente imperialistas, a enfrentarnos con los imperialistas. El encontró a Rusia con arado y la dejó equipada con armas atómicas….«.

Parecería que los anteriores conceptos proceden de un comunista de tendencia francamente estalinista, no es así, se trata del anti-comunista más destacado del siglo pasado.

¿Qué más claridad podemos pedir de un destacado estadista capitalista opinando sobre su peor enemigo político? Sigue leyendo