
Una importante condición para la reconstrucción del movimiento comunista
y la unión del movimiento marxista-leninista. (1994)
Kurt Gossweiler
Para los marxistas no es ninguna sorpresa que el fin de la Unión Soviética y de los Estados europeos socialistas hayan traído consigo el retorno de la guerra en Europa y el comienzo de una ofensiva general del capital contra la clase obrera y todos los trabajadores.
Esta brutal ofensiva del capital sólo puede ser rechazada con una defensa conjunta, unitaria, de todos los afectados. Sólo por esto es urgentemente necesaria la reconstrucción un movimiento comunista unido, por no hablar de la tarea de acabar con el dominio del imperialismo. Desafortunadamente, sin embargo, el movimiento comunista todavía está muy lejos de ser un movimiento unido.
A mí, por lo menos, me parece que el principal obstáculo para la reconstrucción de la unidad de los comunistas reside menos en las diferencias de opinión acerca de las tareas del presente, que de las opiniones contradictorias sobre la apreciación del carácter y de la política de los países socialistas, en particular de la Unión Soviética, en el pasado.
Algunos están convencidos de que la URSS y los demás países socialistas de Europa (excluyendo a Albania) no eran países socialistas desde el XX Congreso, pero si países capitalistas de Estado y consideran como revisionistas todos los que no concuerdan con este punto de vista, con los cuales no puede haber nada en común.
Otros -como les ha sido contado desde el XX Congreso y desde Gorbachov con creciente intensidad- ven en Stalin a un destructor del socialismo, por eso declaran que con los «stalinistas» no puede haber nada en común.
En esta posición se encuentran la mayoría de las organizaciones que se formaron a partir de las ruinas resultantes de la descomposición de los partidos comunistas y, de hecho, no sólo aquellos que se asumen abiertamente como partidos socialdemócratas, sino también la mayoría de los que se consideran partidos comunistas, incluyendo el PDS que se mueve entre estos dos.
El anti-stalinismo es ahora, realmente, el mayor obstáculo para la unificación de los comunistas, al igual que ayer fue el factor principal de la destrucción de los partidos comunistas y de los estados socialistas.
Quiero introducir sólo dos testimonios para esta declaración, que están lejos de cualquier sospecha de «stalinismo».
El primero es el antiguo ministro de Relaciones Exteriores americano, John Foster Dulles, el segundo, nada menos que Gorbachov.
Dulles, lleno de esperanza, se expresó de esta manera después del XX Congreso del PCUS:
«La campaña anti-stalin y la liberalización de su programa provocarán una reacción en cadena, que a largo plazo será imparable«(1)
Gorbachov caracterizó acertadamente el anti-stalinismo -y así, involuntariamente, también el contenido principal de su acción- cuando respondió a una pregunta sobre el «stalinismo» en la URSS, durante una entrevista para el diario del PCF, L’ Humanité, el 4 de febrero 1986:
«El stalinismo es un concepto que los adversarios del comunismo inventaron y que se utiliza ampliamente para difamar a la Unión Soviética y al socialismo en su conjunto«. ( Nadie puede, por tanto, afirmar que Gorbachov no sabía lo hacía con su campaña anti-Stalin).
El elemento del anti-stalinismo, de lejos, con mucho más efecto, es la presentación de Stalin como un déspota ávido de poder, como un asesino de millones de inocentes sediento de sangre.
Habría mucho que decir al respecto. Aquí, en pocas palabras, sólo las notas siguientes:
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