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Le torturaron hasta la muerte

Portada del libro «A un latido de distancia». (eslabones de cadenas)

 

Relato extraído del libro A un latido de distancia, de Adelaida Artigado.

 

Joseba Arregi fue detenido el día 4 de febrero de 1981.

Bajo la hostil Ley Antiterrorista, fue incomunicado y puesto a disposición de la Brigada Regional de Información durante nueve días en la Dirección General de Seguridad de Madrid. Mañana, tarde y noche, los policías emplearon con Joseba las prácticas más violentas que se pueden ejercer contra un ser humano. Instruidos y amparados por el propio Estado. Su ley pro torturas se les fue de las manos.

—¿Qué ha pasado? –se preguntaban por todos los ministerios, asombrados.

—¡Tortura, sí –susurraban entre ellos–, pero calculando los límites de tolerancia del cuerpo humano!

A Joseba lo habían matado.

—Oso latza izan da (Ha sido muy duro) –había susurrado Joseba a Iñaki Agirre (ETApm), a Xose Lois Fernandez (GRAPO) y a Lois Alfonso Riveiro (PCE(r)) cuando le encontraron aniquilado en la celda 23 de la planta alta del hospital penitenciario de Carabanchel.

—Me colgaron en la barra varias veces dándome golpes en los pies, llegando a quemármelos no sé con qué; saltaban encima de mi pecho, los porrazos, puñetazos y patadas fueron en todas partes –les relató moribundo cuando los compañeros le preguntaron por los tipos de torturas que había sufrido.
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La tortura en España, esa realidad.

 

La realidad de la tortura

Tras la muerte, el 23 de julio de 1987, de Lutxi Urigoitia, a la que la Guardia Civil disparó, según el diario “El País”, «un tiro en la nuca a bocajarro», el entonces titular del Juzgado de Instrucción número 2 de Donostia, Juan Piqueras, fue al cuartel de Intxaurrondo a interesarse por los detenidos en la operación policial en que resultó muerta.
El juez Piqueras, que se presentó en Intxaurrondo acompañado por un fiscal y dos médicos forenses, pretendía cumplir dos labores que entraban de lleno en el ejercicio de sus funciones. Por un lado, recabar el testimonio de los detenidos en cuanto a las circunstancias en que se produjo la muerte de Lutxi Urigoitia. Por otro, comprobar el estado en que se encontraban. De ahí que le acompañaran los médicos forenses.

Fue el primer y último juez que osó presentarse así en el cuartel de Intxaurrondo. Nunca antes se había atrevido ningún otro a hacerlo y, después de lo que le sucedió, mucho menos se ha atrevido nadie a repetir su experiencia. Desde entonces, ni un solo juez se ha presentado ni en Intxaurrondo ni en ninguna otra dependencia de las Fuerzas de Seguridad para interesarse por los detenidos incomunicados. Unos detenidos que se han contado por millares, la mayoría de los cuales ha denunciado haber sufrido torturas y/o malos tratos.
Cuando el juez Piqueras se presentó en el cuartel, los torturadores tuvieron que esperar hasta que se retirara para poder reanudar sus «hábiles interrogatorios», y está claro que aquello les molestó sobremanera. También molestó mucho al Gobierno, cuyo portavoz, Javier Solana, más tarde secretario general de la OTAN, se quejó de que juez, fiscal y forenses «interrumpieron la investigación policial».
Según sus palabras textuales, la presencia de aquella comitiva judicial impidió que la Guardia Civil siguiera «investigando». Eso sí, no explicó el motivo de la interrupción de la «investigación policial», limitándose a aseverar que era «de sentido común saber la importancia que tienen las declaraciones en las primeras horas de detención».

Nótese que esas detalladas declaraciones de detenidos a los que se relaciona con ETA solo se han solido producir en el Estado español. Cuando esas mismas personas ha sido detenidas en el francés, los media han remarcado siempre su «mutismo habitual». Unos media que, por lo que se ve, no han considerado nunca necesario preguntarse por ese enorme contraste.
Cabe remarcar que el diario “Abc” reservó al juez Juan Piqueras su recuadro de “La figura del día”. He aquí lo que se decía de él: «La interrupción de las investigaciones encaminadas a la plena desarticulación del comando Donosti por el titular del Juzgado de Instrucción número 2 de San Sebastián ha sido acogida con estupor en medios políticos responsables. El Gobierno ha respaldado al Gobernador Goñi Tirapu en la denuncia de este hecho insólito».
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El mito del GULAG y su comparación con las tiranías capitalistas

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Es muy común encontrar en libros supuestamente de historia o mismo en debates en foros de discusión el término «GULAG», generalmente usado de forma errada, incluso, en frases como «la URSS tenía gulags«, «¿Ha oído hablar del gulag?«, «Yo sé que eran los gulags«. ¿Quién nunca ha escuchado hablar de este o aquel individuo que «abandonó el socialismo después de saber de la existencia de los gulags»? Generalmente, la abreviatura se utiliza como una forma de propaganda anticomunista en libros sobre la Guerra Fría por irresponsables sin ningún tipo de estudio sobre el tema o en rumores que están a años luz de cualquier estudio serio sobre el tema, algo que este texto se propone hacer.

Karl Heinrich Marx, expresión máxima del socialismo científico, enseñó que «las ideas dominantes de una época son las ideas de la clase dominante«, en este orden de ideas, la burguesía internacional gasta millones en propaganda anti-comunista. Comparar la guerra ideológica entre la burguesía y los trabajadores es como comparar a dos personas que van a boxear. Está claro que el que tiene más dinero podrá comprar al mejor entrenador, comprar los mejores alimentos, suplementos que le darán una energía de primera calidad, los mejores guantes, el mejor protector bucal, los mejores médicos, en el caso de que tenga una lesión y todavía podrá comprar al jurado del combate. El boxeador pobre, sin embargo, tendrá que rezar para encontrar un buen entrenador dispuesto a ayudarle, no podrá comprar los mejores alimentos, faltándole una dieta adecuada, no podrá comprar los costosos suplementos, tendrá que depender de los médicos de la red de salud pública y tendrá que ser lo suficientemente bueno para convencer al jurado. Esta analogía es necesaria para que el lector entienda el poder, que es la prensa, de la burguesía, que a través de sus editoriales monopolistas publican casi exclusivamente libros de la propaganda anti-comunista, cuyas librerías presentan sólo una versión de la historia. Se sabe, sin embargo, que en la historia no faltan ejemplos de ejércitos armados sólo con hoces y martillos, de campesinos protegidos sólo con trapos y como máximo una armadura de cuero, que derrotaron a caballeros protegidos con armadura de acero, como ocurrió en Portugal. Se sabe que los campesinos de la República de Novgorod, de la vieja Rusia, lograron derrotar a la orden más poderosa de los caballeros de la Edad Media en Europa, los Caballeros Teutónicos, y que en Alemania, el pueblo trabajador, bajo el liderazgo del caballero Florian Geyer, derrotaron a la nobleza germánica. Este es la dimensión y la naturaleza de la lucha contra la ideología de la burguesía, una lucha contra la élite reaccionaria que pretende llevar a cabo el sometimiento de la clase obrera y de todos aquellos que apoyan una sociedad justa.

Dada la compresión de estas luchas, se debe hacer hincapié primero en que, contrario a la creencia común, el GULAG significa «Glavnoye Upravleniye LAGerei», es decir, «Administración General de los Campos». Hablar de «gulags» es lo mismo que hablar de «Sistemas Penitenciarios» en Brasil, por ejemplo, es un término impreciso, incoherente, que revela claramente la ignorancia del que habla sobre el tema y su completa falta de epistemología y de preparación para los debates, al que se le recomienda sólo el silencio. La Administración General de los Campos era el órgano que administraba los diversos campos de trabajo en la URSS, que seguía el principio penal de que el prisionero debe dedicarse a la actividad productiva como medio para su recuperación. Este sistema, presente en monarquías y repúblicas, en sistemas autoritarios y libertarios, son una constante en prácticamente todos los sistemas penales de los países civilizados. Según Julius Frabbrini Miravete, eminente jurista brasileño, ex-abogado del Estado de Sao Paulo y miembro de la Academia de Derecho de São Paulo, y Rodrigo de Abreu Fudoli, autor de «Da remissão da pena privativa de liberdade«, el sistema penitenciario pasó por una considerable evolución a lo largo de la historia. Al comienzo, la privación de libertad partía del principio de venganza y castigo, era común, en la antigua Roma, que los presos recibiesen como pena el trabajo en las cocinas, en grandes barcos construyendo remos, después, en la época de la Ilustración, fue cuestionada la idea del castigo físico, habiendo ganado fuerza la idea de los «trabajos forzados», de la «esclavitud» meramente como elemento de penalización, en una época en que en Europa el capitalismo ya estaba en vigor. Entre los siglos XVI y XIX se desarrolló la idea del trabajo pedagógico, moralizante y disciplinar del infractor de la ley. Al contrario de la creencia común de que «el trabajo reeduca» es un lema nazi, este es en realidad un lema del sistema penal, ya sea de un país de orientación socialista, nazi, liberal, conservador…
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