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¿Estaba la URSS preparada para la guerra?

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El siguiente texto es un extracto del libro «El Estado Mayor General en los años de la Guerra» de Sergei Matveevich Shtemenko(1). El libro está compuesto por dos volúmenes, el cual tuvo dos ediciones, en 1968 y 1975. En este libro, Shtemenko reúne sus recuerdos de aquella época. La presente traducción procede de la segunda edición, revisada y corregida por el autor, reeditada por la editorial «Voenizdat» en 1981 y 1989. También se consultó la primera edición de su traducción francesa, publicada por «Ediciones du Progrès«, Moscú, 1971. (N. Ed.)

 

 

Hoy, cuando nos separan décadas de aquella fatídica noche, se hacen numerosas y diversas apreciaciones sobre el estado en el que se encontraba en aquel entonces nuestras Fuerzas Armadas.

Unos afirman que no estábamos ni mínimamente preparados para rechazar el ataque del enemigo, que nuestro ejército fue instruido para conseguir una fácil victoria. Y este tipo de declaraciones provienen, por regla general, de personas sin formación militar. A su alrededor se levanta una impenetrable barrera de sabia terminología especializada. Se afirma, por ejemplo, que debido a una comprensión, supuestamente equivocada, de carácter y contenido del período inicial de la guerra, nuestras tropas fueron mal entrenadas para operaciones militares precisamente en ese periodo.

Esta afirmación tiene tanto de osadía como de ignorancia. Esto se debe a que la idea del «período inicial de la guerra» es una categoría operativa y estratégica que nunca tuvo una influencia sustancial en la instrucción de los soldados, de las compañías, de los regimientos o incluso de las divisiones. Los soldados, las compañías, los regimientos y las divisiones, en general, operan de la misma manera en cualquier período de la guerra. Deben atacar con determinación, defenderse con firmeza y maniobrar hábilmente en todos los casos, independientemente del momento en el que transcurre el combate, ya sea al principio o al final de la guerra. Nunca ha habido en los reglamentos ninguna demarcación a este respecto. Ni siquiera hoy en día hay.

Son muy frecuentes las opiniones de que supuestamente se subestimó el peligro de una guerra con Alemania. En defensa de esta errónea idea se hacen alegaciones completamente ridículas sobre el movimiento, sin éxito, de tropas a las regiones militares a las que correspondía cubrir y defender las fronteras occidentales. ¿Sin éxito por qué? Como se sabe, las enormes fuerzas que integraron el efectivo de las regiones fronterizas no fueron colocadas en la frontera, sino más lejos de ella. Está ya muy demostrado, tanto en la práctica como en la teoría, que en cualquier tipo de operaciones militares, las fuerzas principales deben escalonarse obligatoriamente en profundidad. ¿Dónde debe haber más fuerzas y en qué profundidad deben ser escalonadas? Esta es una cuestión muy compleja. Todo depende de las circunstancias y del plan del comandante militar.
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Frente y Retaguardia en las futuras guerras

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Artículo escrito por M. V. Frunze en la revista «Na novykh putiakh«, en 1925. Fue reimpreso en el libro «Izbrannye proizvedeniia» (Obras seleccionadas de M. V. Frunze, 1940).

 

La conclusión más importante y básica derivada de la experiencia de la pasada guerra imperialista de 1914-1918 es la reevaluación del la cuestión del papel y la importancia de la retaguardia en el curso general de las operaciones militares.

La posición de que «el resultado de la guerra se decidirá no sólo directamente en el frente de batalla, sino también en aquellas líneas en las está la fuerza civil de un país«, se ha convertido ahora en un axioma común. La experiencia de la guerra demostró que alcanzar los objetivos de la guerra en las condiciones actuales se ha convertido en un asunto más complicado que antes. Los ejércitos actuales tienen una resistencia colosal [zhivuchest]. Esta resistencia está completamente unida al estado general del país. Incluso la completa derrota de un ejército enemigo, alcanzada en un momento determinado, no traerá la derrota final, mientras que las unidades derrotadas tengan detrás de si una fuerte retaguardia moral y económica. Teniendo en cuenta el tiempo y el espacio necesarios para la nueva movilización de recursos humanos y materiales para la restauración de la preparación para el combate, un ejército derrotado puede recrear fácilmente el frente, desarrollar una lucha con esperanza de éxito.

Por otro lado, la dificultad de preparar la movilización de un ejército creció a niveles nunca vistos. Las medidas necesarias para esto no se miden en millones, sino en miles de millones de rublos. Ningún presupuesto, como es comprensible, es capaz de hacer de lidiar con estos números, incluso en el país más rico.

Finalmente, el rápido progreso de la tecnología militar actual actúa del mismo modo. Lo que hoy es reconocido como lo más avanzado, mañana estará obsoleto y será incapaz de traer la victoria. De esto se deduce la imprudencia y el peligro de los gastos financieros colosales en la preparación de almacenamientos para la movilización. El centro de gravedad se trasladó para la correspondiente organización de la industria y para la gestión general del país.

A partir de esto, podemos concluir que la necesidad de revisar los principios de la estrategia, en un choque de adversarios de primera clase, que la decisión no puede ser alcanzada con el primer golpe. La guerra pasará a tener el carácter de un largo y arduo concurso, poniendo a prueba todos los recursos políticos y económicos de las partes en guerra. Expresado en lenguaje de estrategia, esto significa un cambio de una estrategia de golpes relámpago, decisivos, a una estrategia de desgaste.

Esta conclusión, aunque básicamente correcta, debe ser complementada con la correción venida del carácter de clase de la guerra futura.
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Saludos al Ejército Chino

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El siguiente poema de Antonio Aparicio Herrero (Sevilla, 1916), fue escrito en mayo de 1938. Al no poder encontrar el poema en su formato original, se ha traducido de la revista «Fundamentos» de febrero de 1952, nº25.

 

En el país del mundo donde los ríos amarillos
como interminables serpientes silenciosas
arrastran hacia el mar siglos de lentas sombras
y venenosos pájaros de canto letárgico,
donde contra el remoto espejo de los siglos
se levantan los templos de fervor milenario
como un chorro espeso de oscuro fanatismo,
allí donde murallas obstinadas y sumisas
su misión durante siglos
oprimen y defienden a un pueblo compuesto por millones,
la guerra lanzó sus caballos de fuego
sobre los lagos de enfermedades, sobre los pestilentes pantanos
multiplicados ferozmente por el invasor
y donde un niño chino agonizaba ininterrumpidamente año tras año.

En aquel triste y viejo país abandonado en el mundo,
abandonado por la fe, donde las propias flores
no son más que corazones enfermos que extienden sus penas
al joven caminante que cruza cargando con las suyas,
de repente una tormenta, de repente, después, ahora
un nuevo viento hace perder el vuelo a las águilas imperiales,
un río gigantesco se desborda por la furiosa corriente
e incendia con sus llamas las vastas regiones del hambre,
los pantanosos campos donde crecieron la superstición y el miedo
derrumbando abismos, poblando con sinos
el silencio.

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El gran vencedor

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El 8 de mayo de 1945, hace 70 años, numerosos contingentes del Ejército Rojo de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS) tomaron la capital del Tercer Reich, Berlín, terminando prácticamente el gran conflicto mundial, uno de los episodios más sangrientos de la historia de la humanidad que dejó un rastro de destrucción y muerte sin precedentes. Derrotando definitivamente al nazismo, hasta entonces la cara más reaccionaria del poder imperialista, las fuerzas populares y antifascistas de todo el mundo, lideradas por la URSS, habían alcanzado una extraordinaria victoria. Se dieron pasos firmes y enérgicos hacia la construcción de un mundo nuevo.

Sin embargo, el verdadero gestor de los terribles conflictos que debastaron el planeta, el vientre que había producido el monstruo nazi, no fue definitivamente extirpado. El imperialismo se mantuvo vivo y con prontitud, el horror de las guerras mundiales por repartirse el mundo y la rapiña continuó desarrollándose, volviéndose más agresivo y sanguinario.

La Segunda Guerra Mundial fue, hasta hoy, el más brutal conflicto armado de la historia. En ella perdieron la vida cerca de 47 millones de personas, además de haber sido arrasadas ciudades enteras, principalmente en Europa y Asia. Iniciada oficialmente el 1 de septiembre de 1939, con la invasión de Polonia por parte del ejército nazi, este nuevo enfrentamiento había sido preparado por las potencias imperialistas desde el fin de la Primera Guerra Mundial, a mediados de 1918.

En su análisis sobre el imperialismo, Lenin, el gran jefe de la Revolución Soviética, se expresó así en relación a las guerras en la etapa imperialista: «Los acuerdos firmados al final de una guerra son el punto de partida de un próximo conflicto«. La historia confirmó la veracidad de estas palabras más rapidamente de lo que muchos imaginaban. Europa, 21 años después devastada, volvió a ser escena de otra sangrienta disputa interimperialista que, sin embargo, no se limitaba a un solo continente.
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La vida del bolchevique Serguéi Kirov

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Infancia y Adolescencia

 

 

En una lejana y oscura ciudad del distrito de Vyatka, nacía en 1886, hace, por lo tanto, medio siglo, un hombre que más tarde se convertiría en uno de los más notables y brillantes de nuestro tiempo: el auxiliar, el colaborador y amigo de Stalin.

Esta vida surgió entre las capas miserables de la vieja sociedad, en un rincón de la ciudad y rodeada de oscura pobreza.

El distrito de Vyatka, situado en los confines septentrionales del Imperio, era muy conocido por los deportados políticos. Por la carretera de Vyatka pasaban los decembristas escoltados por guardias y, después, Herzen y Saltykov-Chetchedrine e los insurgentes polacos. Por allí pasaban también, hacia el exilio, los tejedores de Morezov. Los habitantes de Urjum todavía recuerdan el ruido que producían los grilletes de los exiliados al pasar por la carretera.

Urjum, donde nació Kirov, era una de las ciudades más abandonadas de la región de los Urales, situada entre pantanos y bosques y alejada de cualquier estación de ferrocarril. Sus habitantes estaban condenados a una vida pobre y eran muchos los que partían para ganarse el pan en el Ural o en Siberia.

Durante muchos años, Miron Kostrikov, padre de Kirov, trató en vano salir de la pobreza. Sólo le quedaba un recurso: buscar trabajo en el Ural. Y allá se fue solo, sin la familia, desapareciendo sin volver a dar señales de vida.

En aquella época, el hijo de Kostrikov, Serguéi, tenía sólo cuatro años de edad. Tenía dos hermanas, una mayor y otra más joven que él. Los niños fueron entregados a la madre, Catalina Kuzminitichna o Kusmovna, como la llamaban los vecinos. La pobre mujer se deslomaba para alimentar, apenas, a los tres niños. En aquel pequeño pueblo perdido, se dedicaba a cualquier trabajo que le apareciese; lo mismo lavaba rápidamente la ropa, que limpiaba los baños o cosía de casa en casa. Este duro trabajo, unido a las perpetuas privaciones que soportaba, terminaron matándola. Serguéi tenía siete años, cuando Catalina Kuzminitichna murió de tuberculosis.
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La otra cara del Tíbet

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La guerra colonialista francesa en Indochina, costó de 1946 a 1955 un millón doscientos mil muertos. Hemos visto cientos de películas sobre la vida colonial en aquellos años y anteriores en superproducciones maquilladas de Hollywood.

La misma represión colonial en Madagascar, Túnez y lo que denominaban el África negra, en 1949, se llevó otras 70.000 vidas. Y la ONU, fundada cuatro años antes, empleó verborrea para criticarlas.

También ese año se vivía en masacre entre indios y pakistanís tras la artificial partición –y podemos consultar información en cualquier enciclopedia-, pero muy pocas personas parecen recordar cómo se vivía en el Tíbet lamaísta un año antes de la entrada china.

En 1998, Hollywood estrenó una superproducción importante sobre el Tíbet. Siete Años en el Tíbet, estaba basada en el libro escrito por un nazi austriaco, Heinrich Harrer, quien estuvo involucrado en algunos de los crímenes más brutales de los fascistas en Austria. Harrer llegó al Tíbet durante la Segunda Guerra Mundial en una misión secreta para el imperialismo alemán, que trataba de competir con el imperialismo británico en Asia. Fue aceptado en el círculo de la corte entre la más alta nobleza tibetana. Con este tipo de juncos tenemos que tejer el mapa de la historia real tibetana.
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La historia de Liu Bao (película china de 1957)

La historia de Liubao es una película de la República Popular China de 1957, dirigida por Wang Ping, y protagonizada por Lia Youliang y Tao Yulin.

Se enmarca durante la guerra que terminaría con el triunfo de la Revolución China.

Li Jin, un soldado rojo, está acuartelado en la ciudad de Liubao con su destacamento. Durante su estancia, el se enamora de una chica de la ciudad, Ermeizi, aunque pronto tendrá que abandonar la localidad con sus tropas durante años, por lo que pierde contacto con ella.

Muchos años después, tras el triunfo de la Revolución y la derrota de los imperialitas y los reaccionarios, Jin vuelve a Liubao y se reencuentra con Ermeizi.

 .
Extraído del blog cuestionatelotodo.blogspot.com.es

El papel de las mujeres en la defensa de Stalingrado

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«Recordando la batalla a orillas del Volga, debo detenerme por un momento en una cuestión importante que, en mi opinión, no ha recibido gran atención en la literatura de la guerra y que, a veces, sin razón, es despreciada, en un intento de sacar conclusiones de nuestra experiencia en ella. Estoy pensando en el enorme papel desempeñado en la guerra por las mujeres, no solamente en la retaguardia, sino también en la línea del frente. Soportaron las dificultades de la vida militar del mismo modo que los hombres y los acompañaron a Berlín.

Hubo muchas mujeres en la historia militar, desde las marketankti de los tiempos de Pedro el Grande y Suvorov hasta las guerrillas de 1812, las hermanas de la caridad en la defensa de Sebastopol y de Port Arthur, las mujeres de la Primera Guerra Mundial, que recordamos como dedicadas y valientes patriotas rusas. Pero en ninguna guerra anterior habían desempeñado las mujeres un papel tan importante como en la guerra germano-soviética de 1941-1945.

A pesar de que, en el pasado, muchas mujeres habían servido en el ejército y en la línea del frente por su propia iniciativa, las mujeres soviéticas partieron al frente convocadas por el Partido y el Komsomol (1), profundamente conscientes de sus deberes en la defensa de los intereses de su país socialista. Habían sido preparadas para esto por nuestro Partido Comunista, porque en ese momento, nuestro Estado era el único en el mundo en donde las mujeres disfrutaban, de acuerdo con la Constitución, de los mismos derechos que los hombres.

Aún hay quienes probablemente no comprendan que lo hicieron como constructoras del socialismo y defensoras de los intereses de los trabajadores. Espor ello que, en la guerra contra los invasores nazis, vimos a las mujeres soviéticas sirviendo como enfermeras, llevando decenas y centenas de heridos a la retaguardia, como médicas, realizando intervenciones quirúrgicas bajo el ataque aéreo de la artillería, o como operadoras de telefonía y de radio, cuidando de las conversaciones operacionales y de la gestión en la batalla. Las vimos trabajando en los comandos y en las organizaciones políticas, donde realizaban trabajos de administración militar y educaban a las tropas en el espíritu de la tenacidad en el combate. Quien quiera que visitase el frente veía a mujeres trabajando como artilleras en unidades antiaéreas, como pilotos combatiendo contra los ases alemanes, como comandantes de buques blindados, en la Flora del Volga, por ejemplo, transportando cargas desde el margen izquierda al margen derecha, ida y vuelta, en condiciones increíblemente difíciles.

No exagero al decir que las mujeres lucharon junto a los hombres en todas partes durante la guerra.

Se debe recordar también que, a mediados de 1942, cuando nuestros ejércitos se habían retirado a una línea que corría por Leningrado, Mozhaysk, Voronezh, Stalingrado y Mozdok, dejando áreas densamente pobladas en manos enemigas, se necesitaban nuevos reclutas. Las mujeres, en masa, se presentaban voluntarias al ejército y esto hizo posible restaurar, en toda su eficiencia, nuestras unidades y establecimientos.
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El teatro soviético durante la invasión nazi

Nina ShershnevaNina Shershneva era enfermera en el frente de combate

Extracto de la obra de Joracy Camargo, «El teatro soviético», publicado a principios de los años 50, y muy esclarecedor sobre el gran pueblo ruso.

Afinoguenov profetizó la invasión nazi, y él mismo, dos o tres meses antes de ser destrozado en plena calle por una bomba aérea de Hitler, escribió la obra que determinaba el momento de la cobarde agresión. En la víspera, es el expresivo título de la obra de Afinoguenovel el que registra la atmósfera sugerente de aproximación de la catástrofe.

Ningún arte con más propiedad que el teatro podría establecer, para los observadores políticos, el estado de ánimo de los rusos en el día anterior al golpe traicionero del más digno aliado de Japón.

La primera escena tiene lugar el 21 de junio de 1941, la víspera de la invasión. Es noche cerrada, en un hermoso jardín a la orilla de un río por donde navega un barco de vapor y desde donde se pueden ver a lo lejos, las luces de Moscú. Están allí reunidos un general del Ejército Rojo, su familia y amigos, discutiendo sobre la posibilidad de una invasión nazi. El general cree que la invasión es inminente, pero nadie lo toma en serio.

Se desencadena una discusión, que toma los caminos más inesperados y asume diferentes aspectos. Algunos citan a Lermontov o a Tennyson; otros hacen referencias a Charles Dickens; algunos aluden a pasajes de «Guerra y Paz«, de Tolstoi, y una actriz recita las palabras que Chéjov puso en la boca de Olga en la escena final de su obra «Las tres hermanas«: «La noche es corta como las noches de junio en aquella región«. Comienza a amanecer. Algunos dicen: «Mañana será un día hermoso» «¿Mañana?» -pregunta el general, agregando: «¿Quién sabe lo que sucederá mañana?» El sol esconde su cabeza en el horizonte. Alguien propone: «¡Saludemos el amanecer con una canción!» Y todos comienzan a cantar en voz baja, cuando aparece, desde el interior de la casa, el hermano menor del general y lo lleva a una esquina para decirle: «Desde el cuartel general están solicitando su presencia urgentemente«. El general se retira en silencio, mientras que los otros siguen cantando. El sol aparece en su totalidad. Dos días después ya se escucha el ruido de los tanques que pasan sin cesar. Familiares y amigos se unen por la defensa nacional, desestimando como por arte de magia, las opiniones personales. Otro hermano del general, Andrew, ingeniero agrónomo y descubridor de una nueva especie vegetal, un grano nutritivo, quema las semillas para evitar que caigan en manos de los nazis. Con la misma fortaleza recibe la noticia de la muerte de su esposa. El anciano padre del general se prepara para hacer volar la fábrica que está construyendo, y dice: «¡Esta guerra no fue iniciada por nosotros, pero nosotros la terminamos!»
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El país de las bibliotecas

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Uno de los mayores éxitos de la Rusia revolucionaria fue la drástica reducción, lograda en pocos años, del número de analfabetos en el país. A partir de las victorias de Lenin y del Partido Bolchevique a finales de 1917, innumerables campañas fueron desarrolladas en varios frentes -en particular en las zonas rurales- para enseñar a los pueblos soviéticos a leer y escribir. Hasta entonces, millones de personas vegetaban en la ignorancia y en el atraso, privadas de conocimientos elementales ya constituidos por la humanidad.

Todo este trabajo de instrucción pública, que contó con la participación de amplios sectores sociales de la joven república soviética, se llevó a cabo bajo la concepción de que, para que la revolución allí realizada se desarrollase, era necesario elevar constantemente el nivel cultural y espiritual de las masas trabajadoras, proporcionándoles con esto la posibilidad de asumir, cada vez más activamente, la tarea de la construcción socialista.

Alcanzados los primeros éxitos de esta cruzada contra el analfabetismo en la URSS, se formó un cuadro hasta entonces desconocido para la humanidad: cada día, más y más personas iban en busca de conocimiento y cultura. La sed de conocimiento despertado por la Revolución de Octubre asombró al mundo, que observaba a los obreros y campesinos estudiando, asistiendo a los teatros y a las salas de cine, participando en la producción y, ante el asombro de muchos, leyendo varios libros. La gigantesca cantidad de obras publicadas, y el tamaño de las tiradas de cada libreto en la Unión Soviética eran síntomas claros de que algo realmente nuevo y progresivo se desarrollaba allí.
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En memoria de María Oktyabrskaya

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En la cultura popular surgió la historia de Batman, es decir, el «hombre-murciélago», que junto con superhéroes como Superman combatían el crimen. Batman sería sólo otro superhéroe de «La Liga de la Justicia», no era un caso especial, él no tenía «superpoderes», aunque el héroe mítico tenía otro tipo de «superpoder» que, a diferencia de los demás héroes, existe en la vida real, el dinero. El multimillonario Batman, utilizaba sus recursos económicos para luchar contra el crimen, construyendo para ello un automóvil con las mejores armas, el Batmóvil. Lo que pocos saben, sin embargo, es que en realidad existió un héroe con ese perfil en la vida real, o para ser más exactos, una heroína con este perfil, María Vasilyevna Oktyabrskaya. Sigue leyendo